LA FALSEDAD...


La confesión del ciclista Lance Armstrong es un shock para nuestro sistema de valores. El siete veces campeón del prestigioso "Tour de France", y uno de los atletas más admirados de su era, ha estado todo el tiempo utilizando drogas ilegales para mejorar el rendimiento en el más sofisticado plan de doping en la historia del deporte, y al mismo tiempo, ha estado proclamando indignadamente su honestidad e integridad.
¿Cómo puede un ser humano hacer tal cosa? No es tanto el doping – que ya es algo suficientemente malo – lo que nos hirió; fueron las constantes, apasionadas declaraciones de agravada inocencia que nos traicionaron y nos hicieron quedar como tontos.
Fue una forma de violencia moral cometida en contra millones de personas que confiaron en él. Aunque él no nos atacó con armas y balas, fue no obstante traumático, porque éste fue un asalto espiritual a nuestra habilidad de confiar en otros seres humanos. Él le dio un nuevo significado al concepto de hipocresía, y así insultó nuestro sentido innato de verdad e integridad.
Una sociedad no puede existir sin este sentido de confianza en el otro, sin ciertos estándares de verdad. Ninguna cantidad de legislación puede ayudar contra tal arremetida. Noten bien las palabras de los Sabios que dicen que uno de los tres pilares sobre los cuales el mundo se sostiene es el pilar de la verdad.
Una violación como esta nos obliga a preguntarnos: ¿Quiénes somos realmente? ¿Somos inherentemente malvados, o somos ángeles?. La Biblia dice que somos una amalgama de ambos. Podemos escalar tan alto como los cielos o podemos hundirnos más abajo que las bestias. Podemos escoger la vida y la satisfacción para nosotros y para otros, o podemos escoger la miseria y la muerte virtual para nosotros y para aquellos a nuestro alrededor. Esto es a lo que se refiere la Palabra de Dios en Deuteronomio 30:19 cuando nos dice que Èl pone ante nosotros tanto la vida como la muerte, y nos insta a "escoger la vida".
Hay ciertos elementos básicos de la vida humana que violamos solamente para nuestro propio perjuicio – no como un castigo por las fechorías, sino porque son las bases sobre las cuales se sostiene el universo. Así como un edificio alto con una base defectuosa eventualmente cederá ante su propio peso, así también la vida – o una sociedad o una nación – construida en base a bases morales defectuosas, finalmente se desintegrará. La verdad y la integridad son los elementos básicos sin los cuales la vida colapsa. La falsedad trae consigo las semillas de su propia e inevitable destrucción. Sin la base, la desintegración es inevitable. Esto explica porqué la palabra para verdad, es mencionada casi 150 veces en la Biblia. Las deshonradas vidas de tantas personas en la vida pública,  son historias de cautela sobre vivir sin la base de la verdad. Debemos tener mucho cuidado entonces en ver, como dice Jesùs, lo que oímos. No sea que seamos engañados por nuestra propia falsedad...

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