VISION DE FE...
La hambruna tocó las puertas de su ciudad y de su casa. Ella y su esposo tuvieron que salir de Belén y refugiarse en territorio enemigo: Moab. Allí hallaron tierra fértil para cultivar y muchachas con quienes se casarían ambos hijos de la pareja. Pero la tragedia golpeó. El esposo de Noemí murió. Igual que sus dos hijos. Noemí decidió regresar a su pueblo natal de Belén. Rut, una de sus nueras decidió ir con ella...
Ahora, dos figuras se reflejaban en el horizonte del desierto de Judea. Una de ellas, una anciana viuda. La otra, una mujer joven. Arrugas agrietan el rostro de la primera. Polvo del camino ensucia las mejillas de ambas. Caminaban tan juntas que cualquiera pudo haber creído que las dos mujeres eran una sola, lo cual podría estar bien para Noemí y Rut, porque solo se tenían una a la otra...
No pudo haber sido más cruel el episodio de sus vidas: Sin dinero. Sin posesiones. Sin hijos que criar o tierra que cultivar. En aquellos tiempos la seguridad de una viuda eran su esposo y sus hijos que las protegieran. Estas dos viudas no tenían lo uno ni lo otro... Necesitaban una familia para que las amparara... sin podían encontrarla...
Resulta que he conocido a varias Noemí y Rut en mi congregación de Visión de Fe en El Salvador... Mujeres que han llegado a refugiarse con nosotros con los brazos vacíos de hijos. Vacíos de esperanza y de sueños. Llegaron y se han quedado entre nosotros esperando una dosis pequeña de amor y calor. Varias Noemí y Rut que tienen, como las de la historia bíblica, sus mejillas surcadas de arrugas por las lágrimas que han derramado en sus noches de soledad. En sus diciembres fríos y gélidos. Noemís que han sido abandonadas por aquel esposo que las dejó a medio camino y quedaron sin un sustento de calor y amistad. Ruts a quienes sus hijos dejaron de lado por migrar a otros lugares y que quedaron sin esperanza y llegaron a Belén en busca de Pan y familia...
He conocido a varias Noemí y Rut quienes hoy disfrutan del calor que necesitaban para vivir, para existir y para compartir lo que han recibido. Mujeres valientes que no se dieron por vencidas. Que no claudicaron en su responsabilidad de criar a sus hijos ellas solas. Incluso hijos que no fueron de ellas. Que han logrado ver la graduación de su hija en una útil odontóloga, en una doctora forense, en una trabajadora de universidad, en una estudiante brillante y de buenas notas...
Celebro a esas mujeres que sin temor se han fajado el cinto de la fe para sacar adelante a su familia, inyectando de fe la vida de sus esposos quienes pueden confiar en Dios gracias a su intercesión y ayuda...
Celebro la vida de los hombres que como esas mujeres, se han dedicado a cambiar el rumbo de su fracaso en una vida llena de esperanza y esfuerzo por ser mejores hijos, esposos y cristianos. Hombres que no dudan en servir a su Señor como agradecimiento por todo lo que El ha hecho en sus desiertos áridos y vacíos... Transformado hoy en un Belén lleno de Pan y Vida...
Como en Belén nuestras protagonistas encontraron a su Booz, nuestras Noemís y Ruts encontraron también entre nosotros a Jesucristo quien les ha llenado de alegría y abundancia sus corazones que llegaron vacíos pero que hoy están rebosando de gozo y alegría. De fe y esperanza. De sueños e ilusiones.
Para ellas y para ellos... mi nutrido aplauso...
Ahora, dos figuras se reflejaban en el horizonte del desierto de Judea. Una de ellas, una anciana viuda. La otra, una mujer joven. Arrugas agrietan el rostro de la primera. Polvo del camino ensucia las mejillas de ambas. Caminaban tan juntas que cualquiera pudo haber creído que las dos mujeres eran una sola, lo cual podría estar bien para Noemí y Rut, porque solo se tenían una a la otra...
No pudo haber sido más cruel el episodio de sus vidas: Sin dinero. Sin posesiones. Sin hijos que criar o tierra que cultivar. En aquellos tiempos la seguridad de una viuda eran su esposo y sus hijos que las protegieran. Estas dos viudas no tenían lo uno ni lo otro... Necesitaban una familia para que las amparara... sin podían encontrarla...
Resulta que he conocido a varias Noemí y Rut en mi congregación de Visión de Fe en El Salvador... Mujeres que han llegado a refugiarse con nosotros con los brazos vacíos de hijos. Vacíos de esperanza y de sueños. Llegaron y se han quedado entre nosotros esperando una dosis pequeña de amor y calor. Varias Noemí y Rut que tienen, como las de la historia bíblica, sus mejillas surcadas de arrugas por las lágrimas que han derramado en sus noches de soledad. En sus diciembres fríos y gélidos. Noemís que han sido abandonadas por aquel esposo que las dejó a medio camino y quedaron sin un sustento de calor y amistad. Ruts a quienes sus hijos dejaron de lado por migrar a otros lugares y que quedaron sin esperanza y llegaron a Belén en busca de Pan y familia...
He conocido a varias Noemí y Rut quienes hoy disfrutan del calor que necesitaban para vivir, para existir y para compartir lo que han recibido. Mujeres valientes que no se dieron por vencidas. Que no claudicaron en su responsabilidad de criar a sus hijos ellas solas. Incluso hijos que no fueron de ellas. Que han logrado ver la graduación de su hija en una útil odontóloga, en una doctora forense, en una trabajadora de universidad, en una estudiante brillante y de buenas notas...
Celebro a esas mujeres que sin temor se han fajado el cinto de la fe para sacar adelante a su familia, inyectando de fe la vida de sus esposos quienes pueden confiar en Dios gracias a su intercesión y ayuda...
Celebro la vida de los hombres que como esas mujeres, se han dedicado a cambiar el rumbo de su fracaso en una vida llena de esperanza y esfuerzo por ser mejores hijos, esposos y cristianos. Hombres que no dudan en servir a su Señor como agradecimiento por todo lo que El ha hecho en sus desiertos áridos y vacíos... Transformado hoy en un Belén lleno de Pan y Vida...
Como en Belén nuestras protagonistas encontraron a su Booz, nuestras Noemís y Ruts encontraron también entre nosotros a Jesucristo quien les ha llenado de alegría y abundancia sus corazones que llegaron vacíos pero que hoy están rebosando de gozo y alegría. De fe y esperanza. De sueños e ilusiones.
Para ellas y para ellos... mi nutrido aplauso...
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