LOS PIES... (1a. parte)
Juan 13:14-15
No muy me gustan los pies...
¿Ver a alguien a los ojos? Lo haré.
¿Estrechar la mano? Es un gusto.
¿Pasar un brazo sobre los hombros? Me gusta hacerlo.
¿Enjugar una lágrima? Lo más tierno que pueda...
Pero... ¿frotar pies? Allí sí tengo problema...
Los pies huelen mal. A los pies no se les conoce por su agradable olor. Tampoco lucen bien. Nunca he visto sobre el escritorio de algún ejecutivo de élite una foto de los pies de su esposa. En ninguna billetera se carga la foto de los nietos de sus rodillas para abajo...
Queremos ver la cara, no los pies...
Los pies tienen talones. Tienen uñas en los dedos. Juanetes y hongos. Costras y callos. Y algunos verrugas plantares. Los pies tienen cinco dedos uno más feo y gordito que el otro. Disculpen los pedicuristas y las clínicas que se encargan de darle forma a los pies de sus clientes, pero para mí, los pies huelen mal y algunos tienen mal aspecto... lo cual debo aclarar porque es el punto de este artículo...
Jesús tocó las malolientes y feas partes de sus discípulos. Sabiendo quién era, El Hijo de Dios. Sabiendo que estaba yendo al Padre. Sabiendo que podía arquear una ceja o aclarar la garganta y que todos los ángeles se pondrían alertas para recibirlo allá en el Trono. Sabiendo que toda la autoridad era de él, El Maestro, cambió su posición por la de siervo, se humilló hasta ponerse de rodillas y comenzó a frotar la mugre, el polvo y la suciedad que esos pies habían recogido en el camino...
Esta era la tarea de un esclavo. El trabajo de un siervo. El siervo de menor rango recibía al amo cuando ése llegaba de la calle para que no ensuciara las alfombras de la casa. El siervo lo esperaba en la puerta con toalla y agua...
Pero en el aposento alto no había siervo. ¿Había cántaro con agua? Sí. ¿Palangana y toalla? Todo estaba en una esquina. Pero nadie las tocó. Nadie se movió. Cada discípulo esperaba que alguien más lo hiciera. Pedro creyó que Juan lo haría. Juan pensó que le tocaba a Andrés. Cada apóstol suponía que alguien más lavaría los pies...
Y alguien más lo hizo...
Fue Jesús. El que menos debía haberlo hecho, se inclinó, se arremangó el manto, se ató la toalla y empezó a lavarle los piés a cada uno. Todos se quedaron asombrados de aquel acto humillante. Uno de ellos reclamó que no lo permitiría y Jesús lo convenció. Judas escondió sus piés aunque no escondió lo que había en su interior horas después...
Termino esta parte: Si Jesús lava los piés de los discípulos ¿lava también los pecados? Claro que sí. Entonces, parodiando a Jesús, me pregunto: ¿Que es más fácil hacer: lavar los pies o el corazón humano?
Usted... ¿Qué opina...?
No muy me gustan los pies...
¿Ver a alguien a los ojos? Lo haré.
¿Estrechar la mano? Es un gusto.
¿Pasar un brazo sobre los hombros? Me gusta hacerlo.
¿Enjugar una lágrima? Lo más tierno que pueda...
Pero... ¿frotar pies? Allí sí tengo problema...
Los pies huelen mal. A los pies no se les conoce por su agradable olor. Tampoco lucen bien. Nunca he visto sobre el escritorio de algún ejecutivo de élite una foto de los pies de su esposa. En ninguna billetera se carga la foto de los nietos de sus rodillas para abajo...
Queremos ver la cara, no los pies...
Los pies tienen talones. Tienen uñas en los dedos. Juanetes y hongos. Costras y callos. Y algunos verrugas plantares. Los pies tienen cinco dedos uno más feo y gordito que el otro. Disculpen los pedicuristas y las clínicas que se encargan de darle forma a los pies de sus clientes, pero para mí, los pies huelen mal y algunos tienen mal aspecto... lo cual debo aclarar porque es el punto de este artículo...
Jesús tocó las malolientes y feas partes de sus discípulos. Sabiendo quién era, El Hijo de Dios. Sabiendo que estaba yendo al Padre. Sabiendo que podía arquear una ceja o aclarar la garganta y que todos los ángeles se pondrían alertas para recibirlo allá en el Trono. Sabiendo que toda la autoridad era de él, El Maestro, cambió su posición por la de siervo, se humilló hasta ponerse de rodillas y comenzó a frotar la mugre, el polvo y la suciedad que esos pies habían recogido en el camino...
Esta era la tarea de un esclavo. El trabajo de un siervo. El siervo de menor rango recibía al amo cuando ése llegaba de la calle para que no ensuciara las alfombras de la casa. El siervo lo esperaba en la puerta con toalla y agua...
Pero en el aposento alto no había siervo. ¿Había cántaro con agua? Sí. ¿Palangana y toalla? Todo estaba en una esquina. Pero nadie las tocó. Nadie se movió. Cada discípulo esperaba que alguien más lo hiciera. Pedro creyó que Juan lo haría. Juan pensó que le tocaba a Andrés. Cada apóstol suponía que alguien más lavaría los pies...
Y alguien más lo hizo...
Fue Jesús. El que menos debía haberlo hecho, se inclinó, se arremangó el manto, se ató la toalla y empezó a lavarle los piés a cada uno. Todos se quedaron asombrados de aquel acto humillante. Uno de ellos reclamó que no lo permitiría y Jesús lo convenció. Judas escondió sus piés aunque no escondió lo que había en su interior horas después...
Termino esta parte: Si Jesús lava los piés de los discípulos ¿lava también los pecados? Claro que sí. Entonces, parodiando a Jesús, me pregunto: ¿Que es más fácil hacer: lavar los pies o el corazón humano?
Usted... ¿Qué opina...?
excelente artículo papá, nos confronta y reta a ser imitadores de jesús, gracias por escribir....
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