LAS HERIDAS...

Si las heridas fueran cabellos, todos pareceríamos osos. Las bellezas de piel tersa de las pasarelas, los tranquilos pastores de los púlpitos, la ancianita que vive al lado de su casa y el policía que ronda la cuadra... Todos nosotros. Nos habríamos convertido en bestias peludas... Si las heridas fueran cabellos, estaríamos perdidos detrás de un montón de pelos...

¿Por qué hay tantas heridas en nuestro interior? ¡Hay tantas...! Cuando los niños se burlan de la manera en que camina su hijo, esos insultos le hacen daño. Cuando los maestros miran con frialdad a su pequeña que no da la talla, ese rechazo hiere el alma. Cuando su prometido o prometida le abandona, eso deja huellas de dolor y amargura, cuando su esposo la abandona, cuando los hijos se van de casa, cuando migración no te deja entrar al país del norte, eso lacera tu corazón... Cuando la compañía te despide antes de fin de año, eso hace mucho daño. El rechazo siempre duele. Tan cierto como el verano trae sol, la gente produce dolor. A veces de forma deliberada. En ocasiones de forma fortuita...

Eso acaba de suceder en la Escuela de Niños de Connecticut. Veinte pequeños fueron asesinados junto a sus maestros. Niños inocentes. Niños que empezaban a vivir. Maestros que se pusieron como escudos humanos para proteger a los pequeños y fueron acribillados por un psicópata juvenil. Hasta el Presidente lloró. Aun en medio de tanta violencia -le dije a mi esposa-, nos sorprenden esos actos infames...

Los niños inocentes se fueron a su lugar.... Pero... ¿Y los padres? ¿Y los abuelos que se quedaron sin nietos? ¿Y las hermanitas que perdieron a sus hermanitos? ¿Y las madres que perdieron a sus chiquitos? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Qué hacemos con esos corazones atormentados por el rencor, el odio, la amargura, el dolor, las heridas? Estados Unidos sigue perdiendo personas que bien pudieron haber sido en el futuro algún presidente, gobernador o alcalde...

A usted no le han matado a un hijo. A su familia no le han golpeado con rifles ni pistolas, es cierto, ningún insolente se ha acercado con metralletas a fulminar a su familia... pero posiblemente usted se casó con uno de ellos. La ametralló con insultos y ultrajes. Seguramente trabaja para alguno de ellos que la mira con desdén solo porque subió algunas libras de más. Quizá todavía vive con uno de los que acostumbran gritar y espantar con sus palabrotas que laceran su corazón y la rebajan a un nivel inferior. O talves usted, hombre, que es abandonado por una mujer que se fue con otro y no le importó dejarlo castrado, herido y lleno de rencor y desconfianza hacia otras mujeres...

¿A donde volverse en estos momentos? ¿"Sicarios.com?" ¿Al Servicio de Autompasión? Usted quedó devastada. A usted lo dejaron lleno de pelos, perdón quiero decir de heridas, los dejaron tirados a la orilla del camino y ahora, como los padres de la ciudad de Connecticut, no saben a quién pedirle cuentas... El ingrato se fue. Abandonó todo. No hay a quien reclamarle...

Solo queda un camino... Perdonar. Dejar todo en las Manos de Aquel que conoce a la perfección la maldad humana. Permitir que su bálsamo inunde su interior y sane las heridas que han dejado esos ingratos. Jesús conoce de primera mano la intensidad del odio, del rencor, del dolor y la humillación. Lo hicieron con El que no hizo nada "digno de muerte" (eso dijo Pilato).

Tomás no creyó que había resucitado. Habiendo caminado con su maestro durante tres años y medio, aún dudaba que fuera cierto... Jesús hizo algo que seguramente ni usted ni yo haríamos: "Toca mi herida, Tomás, tócala. Mete tu mano en la herida que me hicieron en el costado. Mira mis llagas en la espalda. Mira los agujeros que la corona de espinas dejaron en mi frente. Mira mis heridas que dejaron marcas en mi cuerpo..." Y Tomás lloró y creyó...

No tema mostrar sus heridas. Muéstrelas no al ingrato que la hirió ni a la insensata que lo abandonó. Ni al jefe que lo despidió. Muéstrelas a Jesús que Él sabe como sanarlas... Porque Él perdonó, nosotros también podemos hacerlo...

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