...JESUS SE INCLINO...
...Apenas tuvo tiempo para cubrirse el cuerpo antes de que la hicieran marchar por las estrechas calles... Perros ladraban. Gallos salían corriendo. Mujeres se asomaban a las ventanas. Madres protegían a sus hijos. Mercaderes miraban por las puertas de sus tiendas... Jerusalén se convirtió en un lugar de jueces que entregaba su veredicto con miradas y brazos cruzados...
Hablamos de la mujer sorprendida en adulterio. Ya la vergüenza ha sido más que suficiente. La humillación ha sido brutal. Y, para colmo de males, la llevan ante un Maestro que está en una reunión con sus discípulos...
"...Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? (Juan 8...)
Hay dos bandos. Por un lado los estudiantes y su Maestro. Por el otro los acusadores religiosos. Ella en el centro. El lápiz labial corrido en los labios. Despeinada y con la bata apenas abotonada. Fue sorprendida en el acto mismo. En los brazos. En la pasión. La mujer no tiene salida. ¿Podrá negar la acusación? Hay suficientes testigos. ¿Pedir clemencia? ¿De quien? ¿De Dios? Los fariseos están agarrando piedras y burlandose de ella. Nadie la defenderá. No hay salida. Está presa de su pecado e imprudencia...
Solo hay una Persona que se inclinará por ella...
"Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo..." Un juez cualquiera se pondría de pie. Se subiría a un estrado. Daría un paso adelante. Pero no Jesús. Jesús se inclinó. Bajó más abajo que los demás. Todos bajaron la mirada para verla a ella. Para ver a Jesús tuvieron que mirar más abajo... Jesús tiene la tendencia a inclinarse. Se agachó para lavar los pies, para abrazar niños, para sanar leprosos, para sacar a Pedro del agua y para orar en el huerto. Se inclinó ante el madero romano. Se agachó para llevar la cruz...
Y se agacha para que yo ponga sobre Él mi carga. Esa es la maravilla de que Jesús sea Jesús... Él se inclina cada vez que cometo un pecado y escribe sobre las nubes. Esconde sus Ojos de mi pecado y me cubre con su Misericordia. ¿Por qué escribió en tierra en aquel momento? Permítame imaginarlo: Quizá lo hizo para su propio beneficio. Para que sus Ojos no vieran la desnudez de la mujer. Para no ver su miedo, su terror a las piedras, para no verla tal como estaba...
Me siento tranquilo con esta historia. Me tranquiliza saber que Jesús, cuando hago cosas reprochables, Él esconde sus Ojos y se inclina ante el Padre para rogar por mí, por usted, por todos aquellos que le hemos reconocido como Señor...
Plop... Plop... Plop... las piedras suenan en el barro endurecido de la calle. Una por una van cayendo de las manos de los acusadores. Jesús los pone entre la espada y la pared: El que esté limpio que tire la primera piedra...
No hubo ni uno solo. Y Jesús tampoco la tiró. Aunque Él no era pecador se hizo como los demás... Pero no la tiró... prefirió escribir en tierra y bajar los ojos...
¡Maravilloso tener de nuestro lado a Jesús...! ¿No le parece?
Hablamos de la mujer sorprendida en adulterio. Ya la vergüenza ha sido más que suficiente. La humillación ha sido brutal. Y, para colmo de males, la llevan ante un Maestro que está en una reunión con sus discípulos...
"...Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? (Juan 8...)
Hay dos bandos. Por un lado los estudiantes y su Maestro. Por el otro los acusadores religiosos. Ella en el centro. El lápiz labial corrido en los labios. Despeinada y con la bata apenas abotonada. Fue sorprendida en el acto mismo. En los brazos. En la pasión. La mujer no tiene salida. ¿Podrá negar la acusación? Hay suficientes testigos. ¿Pedir clemencia? ¿De quien? ¿De Dios? Los fariseos están agarrando piedras y burlandose de ella. Nadie la defenderá. No hay salida. Está presa de su pecado e imprudencia...
Solo hay una Persona que se inclinará por ella...
"Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo..." Un juez cualquiera se pondría de pie. Se subiría a un estrado. Daría un paso adelante. Pero no Jesús. Jesús se inclinó. Bajó más abajo que los demás. Todos bajaron la mirada para verla a ella. Para ver a Jesús tuvieron que mirar más abajo... Jesús tiene la tendencia a inclinarse. Se agachó para lavar los pies, para abrazar niños, para sanar leprosos, para sacar a Pedro del agua y para orar en el huerto. Se inclinó ante el madero romano. Se agachó para llevar la cruz...
Y se agacha para que yo ponga sobre Él mi carga. Esa es la maravilla de que Jesús sea Jesús... Él se inclina cada vez que cometo un pecado y escribe sobre las nubes. Esconde sus Ojos de mi pecado y me cubre con su Misericordia. ¿Por qué escribió en tierra en aquel momento? Permítame imaginarlo: Quizá lo hizo para su propio beneficio. Para que sus Ojos no vieran la desnudez de la mujer. Para no ver su miedo, su terror a las piedras, para no verla tal como estaba...
Me siento tranquilo con esta historia. Me tranquiliza saber que Jesús, cuando hago cosas reprochables, Él esconde sus Ojos y se inclina ante el Padre para rogar por mí, por usted, por todos aquellos que le hemos reconocido como Señor...
Plop... Plop... Plop... las piedras suenan en el barro endurecido de la calle. Una por una van cayendo de las manos de los acusadores. Jesús los pone entre la espada y la pared: El que esté limpio que tire la primera piedra...
No hubo ni uno solo. Y Jesús tampoco la tiró. Aunque Él no era pecador se hizo como los demás... Pero no la tiró... prefirió escribir en tierra y bajar los ojos...
¡Maravilloso tener de nuestro lado a Jesús...! ¿No le parece?
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