EL ACUSADOR...

Satanás nunca se calla... El apóstol Juan lo llamó acusador.  "...porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Ap. 12)

Día tras día, hora tras hora. Incesante e incansable. El acusador hace de la acusación una profesión. A diferencia de la convicción del Espíritu Santo, la condenación de Satanás no produce arrepentimiento sino solamente remordimiento, y su objetivo es hurtar y matar y destruir...

Hurtar nuestra paz. Matar nuestros sueños y destruir nuestro futuro...

...No eres suficientemente bueno
...Nunca mejorarás
...Fallaste de nuevo... Son las voces que repercuten en nuestra mente a causa de la intromisión de este personaje malvado que solo busca hacernos sentir mal. El ha nombrado como ayudantes a una horda de elocuentes demonios, y recluta personas para divulgar el veneno satánico. Amigos sacan a relucir nuestro pasado. Predicadores proclaman toda culpa y nada de gracia... Y los padres... Ah, nuestros padres... Se especializan en palabras de culpa. La distribuyen veinticuatro horas al día. Hasta en nuestra edad adulta podemos aún oírles las voces: "¿Por qué no terminas de crecer?" "¿Cuando me voy a sentir orgulloso de ti?" "¡Aprende del hijo del vecino, por lo menos...!"

Condenación... el producto preferido de Satanás. Repetirá el escenario de la mujer adúltera tan a menudo como se lo permitamos, haciéndonos marchar por las calles de la ciudad arrastrando nuestro nombre por el barro. Nos empuja al centro de la multitud que grita nuestro pecado...

Carlos fue sorprendido en el acto mismo de inmoralidad...
Fue sorprendido haciendo una tontería...
Fue encontrado practicando la deshonestidad...
Se encontró en una situación de irresponsabilidad...

Pero hay un consuelo. Satanás no tiene la última palabra. Jesús ha actuado a nuestro favor. Se dejó clavar en una cruz en nuestro lugar. Se dejó abofetear en lugar nuestro. Le coronaron la cabeza con espinas para evitar que nos lo hicieran a nosotros. Lo traspasaron con una lanza para que ya no nos traspasen las lanzas malignas. Lo escupieron a El para que no nos escupan a nosotros. Bajó a la tumba para que nosotros no bajemos...

Entonces... ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también resucitó y está sentado a la diestra de Dios... (Rom. 8)

Satanás, el acusador, se queda sin habla y sin municiones. No permitas que te tome como tiro al blanco y que te ate con sus mentiras y amenazas. Corre al Señor y escóndete bajo sus Alas... ¿Acaso no dice la Escritura que estamos escondidos en Cristo el Señor...?

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