BARRABAS

La celda es fría. Las piedras sudan humedad por todos lados. El hombre que la ocupa sabe lo que le espera. Hay una ventana muy pequeña por donde apenas logra ver lo que sucede fuera de sus cuatro paredes... Se sienta con la cabeza entre las rodillas. Sabe que va a morir. Es el día de la Fiesta de los judíos y está condenado a muerte. En unas horas irá a la cruz y todo terminará...

Su vida siempre fue violenta, como violenta será su muerte. Bravuconadas. Insultos. Insurrección. Odio hacia el César. Pensamientos de golpes de estado. Este día es el último en su agenda de robos y sediciones... Hace una hora no se ha movido de su lugar.

Afuera hay un bullicio que no logra entender. Escucha a los lejos que una multitud menciona su nombre pero no logra saber qué piden. Sin duda reclaman que lo cuelguen. Hizo tanto daño que ya ni recuerda cuánto fue... Con cierto dolor de cuerpo y ardiendo en calentura a causa de lo que le viene, se levanta y acerca sus ojos a la pequeña ventana de su celda para observar lo que sucede en el patio...

La Fortaleza Antonia está a rebosar de gente. Unos soldados están castigando con látigos a un reo que está atado en el poste del centro del patio. Escucha al gobernador Pilato hacer una pregunta al populacho...

"¿A quien quieren que les suelte? A Jesús o a Barrabás?" Pero Barrabás no entiende lo que está sucediendo. Está tan desmoralizado de él mismo que ya nada le importa. Su muerte se acerca y será mejor que se apresuren para salir pronto de ese mal paso...

Transcurre el día y el bullicio se hace más violento a medida que pasan las horas. Logra escuchar unas palabras... "...nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré pues, después de castigarle..." (Lucas 23). Pero la  multitud grita desaforadamente... ¡Barrabás! ¡Barrabás!..

¿Nada digno de muerte? ¿O sea que el hombre al que están castigando no ha hecho nada digno de muerte? Barrabás no entiende nada pero le intriga todo lo que está sucediendo afuera. Se vuelve a sentar con las rodillas pegadas al pecho esperando que le lleven al cadalso a ser crucificado...

Pero sucede algo en el último momento... El pretoriano encargado de los presos llega a su celda, abre el candado con gestos violentos y le da la órden que él nunca esperaba escuchar... "¡Sal de este lugar. Estas libre...!"

Sin preguntas. Sin cuestionarse nada. Sin averiguaciones. Barrabás sale corriendo de su celda antes que se arrepientan de ese tremendo error (según él), y cruza la prisión a toda prisa... En el patio observa a la multitud que apenas logran detener los soldados del Pretorio... Un Hombre está sentado, sangrando, le han puesto una corona de espinas sobre su Cabeza. Sobre su rostro escurre una viscosa baba de alguien que le ha escupido. En sus Manos sostiene una vara que burlonamente le han puesto. El Hombre sobre quien han puesto un manto escarlata para hacer más profunda la burla de los soldados, levanta la vista por un segundo y ambos cruzan una fugaz mirada...

Barrabás se estremece con esa Mirada que le traspasa el alma. Aún en medio de su maldad, el delincuente siente una pequeña dosis de misericordia por el reo al que están preparando para la crucifixión de ese día.  Ese reo ocupará su lugar...

Y, al igual que yo, reo digno de muerte a causa de mis sucios pecados, Jesús ocupó mi lugar y el de Barrabás en el monte de la calavera... El que no era digno de muerte murió en lugar de los que sí éramos dignos de muerte...

¡Gracias doy al Padre por Jesús...! Esto lo dijo Pablo. Quiero pensar que también Barrabás. Porque de mi parte... se lo digo cada vez que me encuentro con Él en mi lugar secreto...

¿Y usted...?

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