LOS JUEGOS DEL HAMBRE...

No vi la película. Nunca voy al cine. Pero sí leí la novela. Por dos razones: primero porque me gusta leer los originales y en las películas le cambian el sentido a lo que el autor escribió.  El guionista tiene que adaptar al cine lo que está en el papel. Y ya no es lo mismo. Segundo: porque no me gusta el cine. Punto.

Pero leyendo la novela, me encontré una porción que dice Katniss, la protagonista: "Sé que nunca me casaré, no pienso arriesgarme a traer un hijo al mundo, porque si hay algo que no te garantizan como vencedor es la seguridad de tus hijos.  Los nombres de mis niños entrarían en la urnas de la cosecha con los de todo el mundo, y juro que no dejaré que eso suceda".

Está hablando de los Juegos del Hambre. Un sanguinario deporte en donde el ganador se garantizará de por vida una casa propia y comida en abundancia para su familia...

Y eso es lo que yo veo actualmente en nuestra juventud. Presienten que dentro de unos años las cosas ya no serán como hoy. Es decir, si hoy las cosas están difíciles, cuánto más estarán dentro de veinticinco o cincuenta años...

¿No será eso lo que está desorientando a nuestros jóvenes a "casarse" con otros de su mismo sexo? ¿No será ese pensamiento fatalista lo que está influyendo en nuestras jovencitas a vivir con otra mujer en vez de tener a un hombre a su lado y viceversa? ¿No será que ese pensamiento está dando vueltas en las mentes y hogares de muchos cristianos también?

Y Dios, ¿donde queda? Está bien que Katniss piense de esa manera fatalista porque ella está sufriendo las consecuencias del desorden social de su época, pero ¿nuestros jóvenes? ¿Los que dicen adorar a Dios el domingo y de lunes a sábado se reúnen homosexualmente con los de su misma clase? ¿Y los padres que estamos haciendo para evitar la barbarie sexual que estamos presenciando?

Lamentablemente, a causa de tanto divorcio y separación matrimonial los mismos padres ya no creen en el matrimonio. Ya no creen en la fidelidad matrimonial ni en la unión familiar.

Estamos presenciando la ruptura de la familia y no hacemos nada por evitarlo.

Pero, los domingos seguimos cantando "¡Aleluya!" en nuestros templos mientras nuestro futuro, nuestros nietos y nietas tienen que buscar donde refugiarse en busca del amor que no encuentran en sus progenitores...

Porque también nosotros, como los protagonistas de la novela... durante la semana estamos jugando Los Juegos del Hambre... para garantizarnos también una casa propia y suficiente comida, un carro del año y un plasma de cincuenta pulgadas...

¡Qué duro!, ¿verdad?

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