UNA HISTORIA MUY CONOCIDA...

Es un fugitivo de su hogar. No nos dan su nombre, solo su clase social: era rico. Nadaba en la riqueza. Siempre se dio todos los gustos, tenía un yate, una fundación, antepasados aristócratas. Pero en vez de aprender el negocio de la familia, despreció el cariño de su padre, vendió sus acciones y se marchó en su Mercedes...

Sin amigos, sin fondos, sin idea de qué hacer. Su vida era una porquería y terminó con los puercos. Tuvo que alimentar a los cerdos, dormir en el barro y aguantar hambre, tanto que deseó comer lo que comían los puercos.

Solo entonces se acordó que tenía un hogar. Recordó los manjares y las risas alrededor de la mesa. Su cama tibia, los pijamas limpios y las pantuflas suaves. Extrañaba el rostro amable de su padre y anhelaba oír su voz... Los cerdos resoplaban, las moscas zumbaban. Los miró y tomó una decisión.

"Voy a convertir esta porqueriza en un hogar". Pidió un préstamo al banco y remodeló el lugar. Cubrió el barro con una alfombra. Colocó un sillón junto al comedor. Colgó un televisor plasma sobre el poste del cerco y le dio vuelta a la cubeta para convertirla en una pantalla de lámpara. Ató una cinta en la cabeza de una chanchita y la llamó "querida". Colocó un arete en la oreja de un cerdito y lo llamó "hijo". Convirtió la porqueriza en un hogar y se dispuso a disfrutar la buena vida...

Bueno, todo esto es pura imaginación. La parábola que Jesús contó no termina así...

Pero nosotros sí la vivimos así. Nos esforzamos por mejorar nuestro mundo. Lo hermoseamos, lo redecoramos un poco aquí y otro poco allá. Blanqueamos los postes, cintas para ella y tatuajes para él... Llegamos incluso a sentirnos en "casa".

Hasta que nos damos cuenta que no pertenecemos a este lugar. Que debemos volver a Casa, donde el Padre nos espera con su Luz encendida... Mientras tanto tenemos que lidiar con lo que esta tierra ofrece. Pobreza, miserias humanas, egoísmos, hambre, falta de abrazos, distancias de los seres amados, imposible estar con ellos, luchando día a día para no morir de inanición...

David lo expresó de manera magistral: "...y a la Casa de Jehová volveré por largos días".  Y ese debe ser nuestra canción también. Volver a la Casa del Padre en donde ya no tendremos dolor, ni oscuridad, ni lágrimas ni soledad...

Paciencia entonces. No pertenecemos a este lugar. Vamos de paso. Aguantemos un poco más y le veremos tal como Él es...

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