PUERTAS CERRADAS

En una ocasión me sucedió lo impensable. Salí a caminar con mi perro como acostumbro todas las mañanas. Cuando regresé me dí cuenta del error. No saqué la llave para entrar a la casa. Y la puerta, lógicamente, estaba cerrada. A cal y canto. Y mi esposa estaba ocupada en ese momento.

¿Qué hacer? ¿Esperar un buen tiempo y estarme en la acera viendo pasar gente? ¿Llamar a gritos a mi esposa? ¿Tocar el timbre so pena de que ella no lo escuchara? Un sin fin de preguntas llegaron a mi mente. Hasta que el Señor se condolió de mi error y me envió ayuda. El guardia que cuidaba la cuadra se ofreció para saltarse la pared y abrirme el portón. ¡Uff! qué alivio... ¿Cómo pudo sucederme esto? Siempre llevo la llave conmigo... ¿Qué me pasó?

Quizá usted tampoco entienda lo que le sucede cuando se cierran las puertas. Una tras otra. Todo se pone oscuro. Cerrado. Con llaves y sin guardias a la vista. Nadie contesta su solicitud de empleo. Ningún colegio le acepta a sus hijos. La embajada dice no a su solicitud de visa. No consigue un médico para sanar sus heridas. No hay nadie a la vista que le dé una mano para salir a flote. Sus amistades se desentendieron de usted.  Los obstáculos se acumulan en el sendero. Los caminos están cerrados por barricadas. Las puertas, con candados y sin la llave a mano...

Usted, como yo aquella mañana, se queda estacionado o estacionada en la acera viendo pasar gente... ¿Sabe usted lo que es sentirse frustrado ante una puerta cerrada? Si es así, usted tiene un amigo que pasó antes por eso. ¿Su nombre? Pablo. Él y Silas están en una celda. La más segura de la cárcel. Su carcelero ha cumplido órdenes y los puso en el cepo. Aislados. Bajo llave. Solitarios. Sin amigos... Todo por servir a Jesús. Puertas de hierro.

Pero ellos hacen algo que nosotros no hacemos: Cantan alabanzas. Y sus cantos mueven la Mano de Dios. Esa puerta de hierro que encerró a Pablo y Silas nadie la puede abrir más que Dios. Solo Él tiene la llave. Una vez que Dios cierra una puerta nadie la puede abrir. Como la puerta del Arca de Noé. Solo Dios la podía abrir. Y lo hizo. A su tiempo. Como la tumba de Jesús. Solo Dios pudo quitar la piedra.

Si usted está observando con cólera o miedo sus puertas cerradas, mejor tómese un descanso en sus Brazos y espere a que Él saque la llave y abra lo que tenga que abrir o cerrar lo que tenga que cerrar.

Desde el 5 de Diciembre de 2005 el Señor me cerró algunas puertas. Bueno, fueron muchas. Después de cinco años de predicar Su Palabra por todo el territorio salvadoreño, desde ese día ya nadie me llamó. Todos mis conocidos se olvidaron de mi número de celular. Caí en el olvido. Me quedé estacionado en mi casa y mi congregación. Me lamenté. Lloré. Oré. Ayuné. Prometí ser mejor que antes. Leí la Biblia. Manejé por la derecha. No toqué la bocina a nadie más. No vi televisión. No leí periódicos. Me santifiqué. Le dije a mi esposa que la amaba más que nunca. De nada sirvieron esos ardides. Las puertas se cerraron... Hasta que lo acepté y lo entendí. Dios las cerró para llevarme a otro nivel. A otra dimensión espiritual. A otra experiencia con Él y el Amado Espíritu Santo...

Se lo cuento por si acaso alguien que me lee se ha encontrado en la acera de la vida esperando que se abran sus puertas... Dios tiene la llave y solo Él sabe cuando la usará. Mientras tanto cante, alabe, adore, doble su cerviz y sus rodillas... Usted no está sola ni solo. Yo le hago compañía...

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