LOS CHALECOS DE TENNESSEE

Me enteré que el Estado de Tennessee otorga a los conductores ebrios ropa nueva: Tiene un regalo especial para aquellas personas procesadas por conducir bajo los efectos del alcohol.

Un chaleco naranja luminoso. Los infractores están obligados a usar el chaleco en público por ocho horas durante tres días mientras recogen la basura a los lados de las autopistas. Pero eso no es todo. En la espalda tienen impresas, con letras de molde y bien legibles, el letrero: "Soy un conductor ebrio". Indudablemente merecen el castigo. Dada la amenaza que representan en las carreteras, tienen merecido el castigo. Me gustaría que en nuestros países hicieran lo mismo.

Pero aunque en nuestras tierras no se usan chalecos color naranja con esa inscripción, me pregunto: ¿Por qué nos vestimos con nuestros errores y nos arropamos con nuestras malas decisiones? ¿No es cierto? Abrimos nuestros roperos, revisamos nuestros remordimientos y rebeliones, y por alguna razón nos vestimos con ellos.

"Desilusioné a mis padres"
"Malgasté mi juventud"
"Regalé mi virginidad"
"Fui negligente con mi hogar"
"Eché a perder a mis hijos"
"Soy una abandonada"

A veces nos ponemos una blusa o una chaqueta de buena conducta sobre el chaleco. Eso es lo que vemos en la calle, en las oficinas, en los centros comerciales... Personas vistiendo ropa elegante y olorosas al perfume de moda pero por debajo de esa elegancia ficticia están vistiendo chalecos de fracaso, de divorcios, de quiebra emocional y financiera. Chalecos de vergüenza, de humillaciones, de golpes en los cuartos de sus casas... Chalecos en donde está escrito nuestro pasado que nos humilla y nos abofetea a cada instante...

Gente que asiste a la iglesia. Canta coritos, aplauden, asisten a seminarios para alcanzar el éxito, seminarios para ser mejores servidores de Dios, buscando en los privilegios un somnífero que les haga olvidar sus verdaderas ropas internas...Anhelando conocer al gurú que les enseñe a meditar y encontrar su nirvana...

Bienvenidos al sistema de chalecos. ¡Qué difícil es disimularlos! Se notan a la legua. Una cara triste. Una sonrisa fingida. Un rictus de cólera. Una ceja levantada con desconfianza. Un reclamo diario a Dios del ¿por qué...? Y que difícil es quitárselos. Pero nos esforzamos por hacerlo. Superar los errores con buenas obras. Compensar las malas decisiones con piedad, las malas jugadas con justicia. Pero ese sistema no funciona. El chaleco sigue allí, recordándonos lo que no queremos recordar. Que fracasamos en llevar a cabo nuestros planes.

Pero hay Alguien que está dispuesto a quitárnoslos. Es Jesús. A Él, el Padre lo vistió con nuestros chalecos. Todos y cada uno de ellos. Él llevó los mios en la cruz y me vistió con ropa nueva. Por eso, ninguna condenación hay para los que estamos en Cristo.

¿Qué le parece si hoy entrega esos feos y horrendos chalecos a los Pies de Jesús? Quizá los suyos digan: "Engañé a mis amigos", "Le mentí a mi esposa" "Maltraté a mis hijos" "Menosprecié a mi familia".  Bote ese chaleco a la basura, préndale fuego. No necesitará usarlo nunca más. Mejor permita que Jesús le ponga un nuevo chaleco.

En él dirá sin duda: "Hija de Dios" O... "Eres la Niña de mis Ojos" Interesante, ¿No cree?

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