EL DOLOR...

Nuestras vidas son como cuadernos. Algunas se viven como páginas en blanco, no hay nada escrito en ellas. Otras, están llenas de experiencias, pero una vez que se las anota, nunca se vuelven a leer.

Las mejores vidas son como cuadernos cuyas anotaciones se leen de nuevo y se reflexiona sobre ellas. De ella, se extraen lecciones y el futuro se replantea. Aprendemos de los que sufren y lloran y nos permiten leer en sus vidas cómo lograron salir adelante...

El axioma: Si él pudo, yo también. Si ella venció, yo venceré...

La experiencia por sí sola no nos hará más sabios. Cuando repetimos un error, la experiencia únicamente nos recuerda que hemos cometido ese error garrafal antes. Pero la experiencia sumada a la reflexión nos dará comprensión, y eso nos ayudará a crecer y a cambiar de actitud y de conducta.

El dolor es inevitable. La tristeza no. Permítame explicarme...

El dolor es el resultado  de amar profundamente y de vivir en plenitud. Duele amar. Duele entregar confianza y estar vulnerables a quedarnos solos. La tristeza, por otro lado, es el resultado de vivir sin reflexionar y tratar de forjar nuestro futuro sin evaluarlo antes. Es decir, tomo mis propias decisiones y dejo de lado a mi Señor. No consulto sus planes para mí, sino que yo decido qué hacer, cuándo y cómo. ¿Resultado? En la mayoría de las veces, fracaso. Así de sencillo y doloroso. Fracaso. Y eso duele. Y me entristece haber repetido lo mismo que antes...

La mayoría de las veces no haremos correcciones drásticas en el curso de nuestras vidas hasta que el dolor de seguir igual sea mayor que el dolor de hacer cambios.  Por más que queramos evadir el dolor y su acompañante, la desmotivación, Dios usará esas mismas cosas para edificar dentro de nosotros un corazón y un estilo de vida más fuerte. Algo maravilloso sucede cuando nos apartamos y hablamos con Dios en nuestro estado de agotamiento y de dolor.

Cuando el dolor llega a nuestras vidas, nos encerramos dentro de nosotros mismos, excluímos a todos. Puede ser una opción. Pero no es la mejor.

¿Cómo sanar el dolor de habernos quedado solos? ¿Cómo sanar el dolor de habernos quedado sin amigos, sin familia, sin apoyos que una vez estuvieron a nuestro lado? Solo hay un lugar a donde ir: A Cristo. Sólo Él puede estar fuera y dentro de nosotros. Y si acudimos a Él en oración y humillación, nos daremos cuenta de que es allí precisamente donde debemos acudir para sanar.

Así que si usted está pasando momentos de dolor, no se quede como está. No puede evitarlo, ya lo dije anteriormente, pero puede minimizarlo con la ayuda del que lo sufrió a la enésima potencia: Jesús.  Esa es la ventaja que tenemos los que creemos en Él, los que tenemos la esperanza de ser consolados y que no nos dejará el dolor, hundidos en el fango de la amargura. Al contrario, el dolor nos enseñará algo: Podemos acudir a los amantes Brazos de quien nos ama y nunca nos deja. Eso fue lo que Él prometió y lo cumple cada día...

Vaya. Refugiese en el único lugar que no está ocupado por nadie. Él le está esperando...

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS