CONOCIMIENTO vs. ENCUENTRO...
Dios comienza el proceso de rendimiento a Él derribándonos de nuestro pedestal.
Esto le sucedió a Pablo. Él estaba en camino hacia Damasco, seguro de sí mismo, cuando una luz cegadora vino el cielo. Pablo fue derribado al suelo, temblando. Luego una voz habló desde el cielo diciendo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Hechos 9:4.
Pablo sabía que algo le faltaba a su vida. Pablo tenía un conocimiento de Dios, pero no tenía una revelación personal de parte de Él. Ahora de rodillas, él escuchó estas palabras del cielo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". Estas palabras volcaron el mundo de Pablo de arriba a abajo.
De allí en adelante, la vida de Saulo ya no volvió a ser la misma. Aquel arrogante evangélico, asistente a la iglesia, cantante de coritos y servidor en el diaconado pero ignorante de quién es realmente el Señor, ya no volvió a ser el mismo...
¿Se imagina? ¿Un Saulo que decía ser temeroso de Dios, respetuoso de las normas bíblicas, el que había sido educado a los pies del más grande maestro de Israel como era Gamaliel, portando una pistola para matar cristianos? ¿Se imagina al gran Saulo de Tarso, llevando a las cárceles a todo aquel que no creía como él, que no adoraba como él, que no hablaba como él, llevandolos cautivos? ¡Ha!, pero decía que amaba a Dios.
Igual sucede hoy. Hombres y mujeres que dicen que aman a Dios pero odian a su suegra. Dicen que aman a Dios pero odian al hermano. Insultan vilmente a su esposa y a sus hijos. Abandonan el hogar en donde hicieron promesas de estar en todo tiempo, buenos y malos, salud y enfermedad, delgadez o gordura...
Como Saulo, dicen que obedecen los mandamientos... pero solo aquellos que les convienen... Por lo demás, tengo que arrastrar a la cárcel al ingrato de mi marido porque se fue con otra. A la ingrata de mi mujer porque se fue con otro.
¿Por qué mejor no se pregunta por qué se fue? ¿No será que se fue buscando atención que usted no le dio? ¿Buscando cariño que usted no le brindó? ¿Buscando respeto que usted le negó?
Cuando estemos delante de Dios en el juicio, no seremos juzgados por nuestros ministerios, logros o el número de convertidos. Sòlo habrá una medida de éxito: ¿Estaban nuestros corazones rendidos completamente a Dios? ¿Pusimos a un lado nuestra propia voluntad y planes, y aceptamos los de Dios?
Conocer la Biblia, los cantos, el modo de diezmar y ofrendar, conocer donde se parquean los carros, en qué fila me toca ministrar, la fecha y la hora del culto al que debo servir... no es todo.
El todo de nuestra vida es encontrarnos realmente con Aquel a quien decimos servir. Conocerlo personalmente y no por lo que me cuentan los demás. Eso hará un cambio radical en mi vida, mi matrimonio y mi forma de ver a los demás...
Entonces, no es lo mismo conocerme que encontrarme. Algunos que me leen me conocen por mis escritos... pero nunca nos hemos encontrado cara a cara... algún día sucederá, y entonces nos conoceremos realmente...
Esto le sucedió a Pablo. Él estaba en camino hacia Damasco, seguro de sí mismo, cuando una luz cegadora vino el cielo. Pablo fue derribado al suelo, temblando. Luego una voz habló desde el cielo diciendo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Hechos 9:4.
Pablo sabía que algo le faltaba a su vida. Pablo tenía un conocimiento de Dios, pero no tenía una revelación personal de parte de Él. Ahora de rodillas, él escuchó estas palabras del cielo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". Estas palabras volcaron el mundo de Pablo de arriba a abajo.
De allí en adelante, la vida de Saulo ya no volvió a ser la misma. Aquel arrogante evangélico, asistente a la iglesia, cantante de coritos y servidor en el diaconado pero ignorante de quién es realmente el Señor, ya no volvió a ser el mismo...
¿Se imagina? ¿Un Saulo que decía ser temeroso de Dios, respetuoso de las normas bíblicas, el que había sido educado a los pies del más grande maestro de Israel como era Gamaliel, portando una pistola para matar cristianos? ¿Se imagina al gran Saulo de Tarso, llevando a las cárceles a todo aquel que no creía como él, que no adoraba como él, que no hablaba como él, llevandolos cautivos? ¡Ha!, pero decía que amaba a Dios.
Igual sucede hoy. Hombres y mujeres que dicen que aman a Dios pero odian a su suegra. Dicen que aman a Dios pero odian al hermano. Insultan vilmente a su esposa y a sus hijos. Abandonan el hogar en donde hicieron promesas de estar en todo tiempo, buenos y malos, salud y enfermedad, delgadez o gordura...
Como Saulo, dicen que obedecen los mandamientos... pero solo aquellos que les convienen... Por lo demás, tengo que arrastrar a la cárcel al ingrato de mi marido porque se fue con otra. A la ingrata de mi mujer porque se fue con otro.
¿Por qué mejor no se pregunta por qué se fue? ¿No será que se fue buscando atención que usted no le dio? ¿Buscando cariño que usted no le brindó? ¿Buscando respeto que usted le negó?
Cuando estemos delante de Dios en el juicio, no seremos juzgados por nuestros ministerios, logros o el número de convertidos. Sòlo habrá una medida de éxito: ¿Estaban nuestros corazones rendidos completamente a Dios? ¿Pusimos a un lado nuestra propia voluntad y planes, y aceptamos los de Dios?
Conocer la Biblia, los cantos, el modo de diezmar y ofrendar, conocer donde se parquean los carros, en qué fila me toca ministrar, la fecha y la hora del culto al que debo servir... no es todo.
El todo de nuestra vida es encontrarnos realmente con Aquel a quien decimos servir. Conocerlo personalmente y no por lo que me cuentan los demás. Eso hará un cambio radical en mi vida, mi matrimonio y mi forma de ver a los demás...
Entonces, no es lo mismo conocerme que encontrarme. Algunos que me leen me conocen por mis escritos... pero nunca nos hemos encontrado cara a cara... algún día sucederá, y entonces nos conoceremos realmente...
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