TE DOY LO QUE QUIERO... NO LO QUE TU ESPERAS.
Año 1999. Vivimos en la colonia Miramonte con María Elena, mi esposa. Somos consejeros familiares desde que nació nuestro ministerio en Guatemala años atrás. Cuando el Señor nos trasladó a este país de El Salvador, algunos de nuestros amigos se quedaron esperando nuestro regreso, pero eso no sucedió. Así que algunos de ellos, al quedarse sin consejeros conocidos y de confianza, optaron por viajar a este país para buscar el consejo que necesitaban para ordenar su matrimonio...
Una tarde tocaron a la puerta de la casa. Eran unos hermanos en Cristo y amigos de confianza. Desde antes de su matrimonio habían estado recibiendo consejería matrimonial en Guatemala y venían a pedir consejo para poner orden en un punto que se estaba volviendo crítico en su matrimonio...
Después de la bienvenida y saludos del caso, nos sentamos en la sala para saber porqué habían viajado cinco horas por un consejo. Indudablemente se amaban y no querían fracasar. Felicidades.
El problema era éste: "Hermanos -empezó él-, no hallo la manera de agradar a mi esposa. La amo mucho y quiero hacer lo imposible por demostrárselo. Pero no lo logro. En estos dos años de casados no encuentro la manera de que esté contenta cuando la invito a comer fuera. Yo trato que sea un poco seguido, ahora que no tenemos hijos, pero cuando entramos al restaurante pierde su buen humor, se enoja y la cena se convierte en un problema. No logro agradarla y se me está haciendo muy difícil comprender qué estoy haciendo mal. He tratado de adivinar qué sucede pero no encuentro el camino..."
Ella se expresó de esta manera: "Mi esposo es un excelente hombre. No me falta nada en la casa. Atiende todos los gastos con mucho cuidado y me tiene contenta en todo... excepto a la hora de salir a comer. Él es descendiente de una familia de chinos. Por lo tanto, su comida favorita es la china. El problema es que yo soy chapina y la comida china no es mi fuerte. Pero cuando él me dice que me va a llevar a cenar, nunca me pregunta qué quiero comer. Solo me lleva a su restaurante favorito, pide dos chaomein y con eso él cree que ya está todo tranquilo. Son dos años en los que ya no aguanto la comida china, ya no quiero saber nada de salir a comer porque NUNCA ME PREGUNTA QUE QUIERO COMER, solo se limita a pedir sin tomar en cuenta mis gustos..."
Ya se imaginarán el consejo. Le preguntamos: ¿Por qué nunca le has preguntado qué quiere comer? Y él respondió: "Yo creí que a ella también le gustaba la comida china porque nunca me dijo nada"
Ella respondió: "No quería que se sintiera mal por eso nunca le corregí su plan de llevarme a cenar".
Como escribí ayer, ellos estaban dando lo que cada uno creía que el otro esperaba. Ella nunca le pidió que la llevara a un restaurante chapín. El nunca le preguntó si le gustaba la comida china.
En diez minutos se arregló el asunto. Sonrieron, se dieron un beso, se pidieron perdón y se alistaron para manejar otras cinco horas para regresar a su casa.
Hablaron. Eso fue todo. Hablaron.
Por eso, el Señor ha hablado con nosotros. "Si me amas y me quieres agradar, obedece mis mandamientos". Eso es todo. Si amo a Dios debo saber qué quiere Él de mí... porque Él ya sabe lo que yo quiero de Él.
¿Sabe usted lo que le agrada a su cónyuge...? No espere manejar cinco horas por una consejería de diez minutos. Mejor platiquen, sale más barato y más rápido...
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