HERIDAS INTERNAS...
Dos amigas en un vehículo en plena carretera. De pronto, un terrible accidente provocado por un chofer imprudente las sacó de su camino. El vehículo quedó totalmente destrozado. Las dos amigas, inconscientes, fueron llevadas al hospital. Una de ellas se repuso más rápido que la otra...
La que se puso bien, se sentó a la orilla de la cama a cuidar a su amiga. Pasó horas, días y noches esperando que su amiga volviera en sí, que despertara de su letargo...
No se despegaba de su lado hasta saber que su amiga iba a estar bien...
Oraba junto a la cama de su amiga para que Dios hiciera el milagro de despertarla. Hasta que sucedió.
Una mañana, la paciente abrió los ojos, sonrió y apretó la mano de su compañera de infortunio... Todo había pasado ya. Nuevamente se podían ver a los ojos y sonrieron una a la otra.
De repente, sin advertencia alguna, la primera mujer que supuestamente estaba sana, se desplomó al suelo.
Así nada más. Todo parecía estar bien. Había pasado días desde el accidente y se daba por hecho que había vencido el trauma... Pero ahora estaba allí, en el suelo, inerte.
Muerta.
Los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida. En 60 segundos la mujer había fallecido.
Se fue...
Un informe de rayos X obligatorio reveló que, al pareer, había sufrido heridas y hemorragias internas en el accidente, de lo cual nadie se había dado cuenta. Y, durante los días que estuvo cuidando a su amiga, nadie sospechó que se estaba desangrando internamente. Se estaba muriendo en secreto. Sin darse cuenta de la gravedad de sus propias heridas, había cuidado a otra apersona, sin saber que ella también luchaba por su vida.
Esta ilustración me sirve para mostrar lo que sucede en muchos corazones que están heridos y nadie lo sabe. Ni el dueño de ese corazón. Heridas internas que sangran por años. Dolores internos por aquella traición. Hemorragias internas que nadie ve, ni el que las sufre. Dolores que pasan inadvertidos fácilmente, enterrados detrás del disfraz de sonrisas y risas externas. Nos sumergimos en la actividad y en el exceso de trabajo para evitar pensar en esto, y nos medicamos con las necesidades de los demás en lugar de ocuparnos de nosotros...
Nos morimos lentamente. En soledad. Sin amigos. Sin compañeros en quien confiar. Sin manos que nos levanten cuando caemos. Sin nadie que nos pregunte si dormimos bien la noche anterior. Heridas internas que nos sangran poco a poco hasta que nos matan de soledad. De indiferencia por la vida. Hemorragias que nos van desangrando paulatinamente sin que por fuera se note nada...
"Examinaos a vosotros mismos" Dijo el apóstol Pabo en 1 Corintios 11.28. Y eso es cierto.
Si usted no quiere desplomarse de pronto, sin previo aviso. Si no quiere que su cuerpo llore por las heridas internas, busque un hombro en quien hacerlo para derramar toda esa hemorragia interna que la está consumiendo por dentro. Porque tarde o temprano eso cobrará su factura...
¿La abandonó el esposo? ¡Llore!
¿Le dejaron sus hijos? ¡Llore, hable, cuéntelo!
¿No le llega su milagro y se desespera? ¡Grite, reclame, toque...!
¿Nadie le tiende una mano? ¡Suplique, hable, exija!... Dios le escuchará y sanará todo ese dolor que secretamente está consumiendo su vida...
Hágalo. Por usted mismo. Por usted misma. Viva. No se desplome. No cuide a otros más que a usted mismo, usted misma... Usted es importante...
La que se puso bien, se sentó a la orilla de la cama a cuidar a su amiga. Pasó horas, días y noches esperando que su amiga volviera en sí, que despertara de su letargo...
No se despegaba de su lado hasta saber que su amiga iba a estar bien...
Oraba junto a la cama de su amiga para que Dios hiciera el milagro de despertarla. Hasta que sucedió.
Una mañana, la paciente abrió los ojos, sonrió y apretó la mano de su compañera de infortunio... Todo había pasado ya. Nuevamente se podían ver a los ojos y sonrieron una a la otra.
De repente, sin advertencia alguna, la primera mujer que supuestamente estaba sana, se desplomó al suelo.
Así nada más. Todo parecía estar bien. Había pasado días desde el accidente y se daba por hecho que había vencido el trauma... Pero ahora estaba allí, en el suelo, inerte.
Muerta.
Los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida. En 60 segundos la mujer había fallecido.
Se fue...
Un informe de rayos X obligatorio reveló que, al pareer, había sufrido heridas y hemorragias internas en el accidente, de lo cual nadie se había dado cuenta. Y, durante los días que estuvo cuidando a su amiga, nadie sospechó que se estaba desangrando internamente. Se estaba muriendo en secreto. Sin darse cuenta de la gravedad de sus propias heridas, había cuidado a otra apersona, sin saber que ella también luchaba por su vida.
Esta ilustración me sirve para mostrar lo que sucede en muchos corazones que están heridos y nadie lo sabe. Ni el dueño de ese corazón. Heridas internas que sangran por años. Dolores internos por aquella traición. Hemorragias internas que nadie ve, ni el que las sufre. Dolores que pasan inadvertidos fácilmente, enterrados detrás del disfraz de sonrisas y risas externas. Nos sumergimos en la actividad y en el exceso de trabajo para evitar pensar en esto, y nos medicamos con las necesidades de los demás en lugar de ocuparnos de nosotros...
Nos morimos lentamente. En soledad. Sin amigos. Sin compañeros en quien confiar. Sin manos que nos levanten cuando caemos. Sin nadie que nos pregunte si dormimos bien la noche anterior. Heridas internas que nos sangran poco a poco hasta que nos matan de soledad. De indiferencia por la vida. Hemorragias que nos van desangrando paulatinamente sin que por fuera se note nada...
"Examinaos a vosotros mismos" Dijo el apóstol Pabo en 1 Corintios 11.28. Y eso es cierto.
Si usted no quiere desplomarse de pronto, sin previo aviso. Si no quiere que su cuerpo llore por las heridas internas, busque un hombro en quien hacerlo para derramar toda esa hemorragia interna que la está consumiendo por dentro. Porque tarde o temprano eso cobrará su factura...
¿La abandonó el esposo? ¡Llore!
¿Le dejaron sus hijos? ¡Llore, hable, cuéntelo!
¿No le llega su milagro y se desespera? ¡Grite, reclame, toque...!
¿Nadie le tiende una mano? ¡Suplique, hable, exija!... Dios le escuchará y sanará todo ese dolor que secretamente está consumiendo su vida...
Hágalo. Por usted mismo. Por usted misma. Viva. No se desplome. No cuide a otros más que a usted mismo, usted misma... Usted es importante...
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