EL EQUILIBRIO

Este es un llamado de advertencia:
Vivir satisfechos con lo que Dios ya nos dio puede parecer una derrota admitida, resignarse al estatu quo, a una vida mediocre. Quizá le parezca a usted que contentarse es lo mismo que reprimir sus deseos y silenciar sus futuras aspiraciones, dejar de anhelar más.

Pero eso no es así.

El contentamiento es el equilibrio entre  disfrutar de la vida actual y anticipar lo que vendrá.  Evita que nuestros deseos se salgan de su cauce.  Es la clave para liberarnos de la esclavitud de los anhelos desenfrenados que crecen en el corazón y que, inevitablemente, comienzan a controlar nuestra vida, esclavizándonos a lo que no tenemos en lugar de participar con plenitud de lo que sí poseemos.  Es creer con fe que lo que Dios nos ha otorgado ahora es digno de nuestra gratitud y valoración, no solo porque es suficiente, sino también porque es bueno.

Al escoger contentarnos, no arrojamos por la borda nuestros deseos, simplemente esperamos que se ajusten a una posición adecuada y humilde de nuestra vida, en lugar de que nos controlen como un tirano que nos obliga a someternos a su creciente y siempre cambiante lista de exigencias.  Significa que no dejamos que nuestras ilusiones y aspiraciones nos controlen, nos impidan utilizar plenamente lo que tenemos y ser agradecidos, y nos incapaciten para disfrutar de "esto" porque a Dios no le pareció darnos "aquella" cosa...

Resolver contentarnos nos dará la oportunidad de esperar el futuro con paz, tranquilidad y un nivel adecuado de anticipación, en lugar de la frustración y la prisa que suelen acompañar nuestros vistazos al futuro.  Será nuestro pasaje para vivir con objetivos y ambiciones inspirados en Su voluntad inmensa, sin tener que sacrificar la bendición de hoy.

Al permanecer satisfechos contra todo pronóstico, recibimos lo mejor de los dos mundos.  Nos permitimos disfrutar plenamente de lo que tenemos, de la persona que somos y de nuestra vida actual, mientras albergamos los sueños que nos a ayudan a crecer y a extendernos hacia el futuro.

¿No cree entonces, que vale la pena sentirnos contentos y satisfechos este  y los demás días...? El Señor concederá los suspiros de nuestro corazón, de eso no hay duda... Pero a Su tiempo, no al nuestro. Sin deudas. Sin afanes. Sin compromisos con nadie... Sin comprometer nuestra santidad ni nuestra fe en el que todo lo puede: Jesús...

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