EL DESANIMO...

No lo podemos negar.
El desánimo nos llega a todos en algún momento. Cuando el sueldo no cubre todo lo que necesitamos. Cuando el pastor no predica como esperamos. Cuando la esposa no cocina como queríamos esa vez... cuando las noticias del desempleo nos invaden la mente.

El desánimo.

En muchas casas el desánimo es el idioma que todo el mundo habla.  El hogar es un campo de batalla, y los guerreros tiene apodos como "estúpido", 'idiota", "bobo", "pesado..." y otros más que para qué mencionarlos...
Las palabras hirientes cubren sus vidas. Las heridas llenan el horizonte.  Viven con cicatrices y tratan sus heridas abiertas.

En otros hogares las familias obedecen el espíritu del silencio. Allí rara vez se oye una palabra descorazonadora.  Las personas esconden sus heridas con sonrisas en la cara. Maquillan su dolor.  Quizá la razón por la que se oye poco desánimo es porque se oyen pocas palabras... El silencio es de muerte.

Para qué hablar si no me entiende. Si me cree un idiota. Si es demasiado tonta para comprenderme...

Otros hogares florecen de ánimo. Todos creen en los demás, apoyan, edifican, refrescan... Palmaditas en la espalda. Notitas  en la refri, cartas bajo la almohada. Corazones expresados. Oraciones uno por el otro.

¿En qué hogar le gustaría vivir?

Es posible que usted sea la primera o el primero en reconstruir los cimientos del ánimo en su casa, pero es un primer paso positivo.  Redecore su hogar con palabras de aliento, palabras que infundan fe, confianza y que coloreen sus paredes con matices de humor y expresiones cariñosas.

Quite las malas hierbas y deje que las  flores del amor se abran y exhalen su perfume. (Efe. 4:29)

Verá cambios que le sorprenderán.



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