CUESTION DE CIMIENTOS...

En nuestra casa empezaron a brotar gotas de agua en una pared del baño.  En un principio observé que ese fenómeno se repetía después que llovía. Creí entonces que era por acumulación de agua en la pared externa...

Lo dejé pasar. Cuando ya no llueva -pensé- ya no filtrará el agua. Seguí con mis rutinas el resto del verano.

Pero de pronto, sin previo aviso y sin lluvia, de la pared volvió a brotar agua. Le puse un tapón de cemento al agujero que se había abierto y por otro tiempo la situación mejoró.

Se detuvo el brote de agua. Gloria a Dios -pensé- se arregló el problema...

Pero no. Por tercera vez y ahora en otro lugar, volvió a brotar agua. Ahora sí, mi esposa se puso como debía ponerse por mi negligencia en arreglar ese problema.  Una madrugada que me levanté a usar el baño sentí bajo mis piés un charco de agua. Todo estaba inundado...

Claro, ahora que el problema ya era grande, dejé de orar, dejé de ayunar y de hacer vigilias para que el Señor lo arreglara. Ahora me tocaba a mí tomar la iniciativa y llevar a cabo una acción.

¿Resultado? Buscar un plomero. Alguien que fuera experto en analizar ese problema. Yo soy un neófito en esas lides, así que tuve que acudir a un experto. Lo llevé a la casa, le mostré el problema y después de pocos minutos de observación, dio su veredicto:

"El problema está allá adentro de la pared.  Los cimientos han dejado al descubierto alguna tubería que por el tiempo se ha roto y la pared interna ya debe estar llena de agua por lo que ha empezado a reventar el recubrimiento". "Debemos romper aquí y por aquí hasta llegar al cimiento y ver de dónde está brotando el agua..."

Cimiento...

Esa es la clave de todo problema. Cuestión de cimientos. Si usted no está bien cimentado en el honor, le es fácil fallarle a su esposa. Si sus cimientos no están bien fundados en la Palabra de Dios será fácil que usted tenga fugas financieras, fugas de honestidad, fugas de violencia. Todas ellas brotarán en cualquier momento y le harán avergonzarse de sus actitudes.

Cimientos.

El problema de los cimientos es que no se ven. Pero están allí. Son los que sostienen la fundición. La pared está bien maquillada. La sonrisa está a flor de labios. Las cejas están bien depiladas. La barba bien rasurada. Los dientes blancos. La piel tersa... Los músculos desarrollados. La cintura bien cuidada. El peso controlado...

Pero por dentro los cimientos ya no soportan el peso de las fugas... Y brota lo que revienta por dentro. Se reventó la tubería que lleva la ira. La tubería que lleva la lujuria. Que sostiene el lenguaje soez. Las palabras de maldición. La mirada inquisidora. Los celos que destruyen el matrimonio. El adulterio que escondía detrás de una linda corbata. El coqueteo con el pecado. El jefe que insiste en tener una cita en secreto...

Cimientos...

El plomero tuvo que picar la pared. Escarbó profundo. Rompió algunos azulejos hasta que encontró la tubería rota. La compuso y se arregló la fuga. Ya no más agua en la pared. Aunque quedó la marca del arreglo. Quedaron las cicatrices que recuerdan que una vez, allá adentro, un día se rompió una tubería y los cimientos no soportaron la presión...

Usted y yo necesitaremos alguna vez al Plomero por excelencia: Jesús es experto en arreglar fugas internas que dejan ver que algo anda mal allá adentro. El es muy bueno para arreglar los cimientos... ¿No le parece?

¡Ah! Al contrario del plomero que me arregló la fuga que me cobró un buen dinero... Jesús no cobra nada. El mismo ya pagó todo en la Cruz...

¿Como andan sus cimientos...?

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