UN MISMO PADRE...
Fuimos diez hermanos. Todos diferentes. Yo fui el segundo. Algunas veces, estoy seguro, mis otros hermanos no quisieron llamarme "hermano". Hice cosas que no eran agradables. Les avergoncé con mis acciones. Posiblemente les dieron ganas de esconderme en algún closet para que la gente no supiera que yo era de la familia...
Pero no tenían opción. Éramos y seguimos siendo hermanos. Por una sola razón: somos hijos del mismo padre. Llevamos el mismo apellido y por nuestras venas corre la misma sangre. Pertenecemos al mismo grupo familiar. Que yo no les gustara es una cosa. Que me quisieran desechar es otra.
Cuando nuestra mamá nos llamaba a la mesa, todos nos sentábamos en el lugar que nos correspondía. Comíamos la misma comida. Tomábamos la misma sopa. Les gustara o no a mis otros hermanos, yo también tenía el derecho de comer con ellos.
Cuando ya fuimos grandes y cada uno tenía sus ocupaciones y familias, acostumbrábamos ir a la "casa" a visitar a nuestros padres. Ellos vivían en Estados Unidos. Mi mamá aún vive en Newark, New Jersey y la visito dos veces al año. Día de la madre y su cumpleaños.
Uno de mis hermanos vive en Miami y se dedica a la jardinería. Otro trabaja para una fábrica de asuntos militares. Otra de mis hermanas es pastora de una congregación y así, por el estilo...
Cuando llegábamos a la "casa" todos éramos bien venidos. Mi papá se sentía contento de tenernos en su "casa". Nos atendía al mismo nivel. Cada uno se iba a la sala, la cocina y el comedor, a cualquier lugar. Uno se iba directo a la refri a ver qué había para comer. Otro se metía en el baño sin pedir permiso. Otra se acostaba en la cama de mis padres para darse una siesta...
Y mi papá no se ofendía. Al contrario, se sentía feliz porque sus hijos lo llegaban a visitar. Cada uno le llevábamos un regalo de cumpleaños o lo que fuera en aquel momento.
Acabo de ir a visitar a mi mamá y me junté nuevamente con mis hermanos en el comedor de su casa. Ella cocinó para todos. Nos tuvo sentados a su "mesa"...
¿Por qué, entonces, hay tanta división entre los hermanos cristianos? ¿Acaso no somos todos hijos del mismo Padre? ¿Acaso no vamos cada uno a visitarlo cada domingo y llevarle algo? ¿Acaso no nos sentamos a la misma Mesa cada Santa Cena? ¿A qué tanta separación?
La respuesta: Los nombres de afuera de Su Casa... Nos guiamos más por los nombres que por la Paternidad.
Creemos que por congregarnos en tal o cual denominación solo nosotros somos hijos del Padre. Los demás son bastardos. Fuera de nuestro rótulo no hay salvación. Los que no se congreguen bajo nuestro rótulo son herejes...
¿Qué ira a decir el Padre cuando nos reúna a todos en Su Mesa? ¿Nos irá a preguntar el nombre de nuestra congregación o nos preguntará qué hicimos con la Palabra de Su Hijo Jesús?
¿Qué cree usted? Si usted ha sido lavado con la Sangre del que me lavó a mi, que es Jesús... le caiga bien o mal... somos hermanos.
Mi hermano que se dedica a la jardinería huele a grama recién cortada. Mi hermano que trabaja en la fábrica huele a grasa. Otra de mis hermanas huele a aceite de cocina. La otra huele a púlpito... pero todos ellos son mis hermanos. Independientemente a lo que huelan. El olor no nos define. Somos hermanos. Eso es todo. Y mi mamá se pone contenta cuando nos ve unidos y contentos.
Y, para terminar: Cuando estábamos jóvenes y vivíamos todos en la misma casa, cuando discutíamos por cualquier cosa, mi papá nos decía: "no discutan patojos, respeten a su hermano..."
¿No será que es lo que nos quiere decir todavía...?
Pero no tenían opción. Éramos y seguimos siendo hermanos. Por una sola razón: somos hijos del mismo padre. Llevamos el mismo apellido y por nuestras venas corre la misma sangre. Pertenecemos al mismo grupo familiar. Que yo no les gustara es una cosa. Que me quisieran desechar es otra.
Cuando nuestra mamá nos llamaba a la mesa, todos nos sentábamos en el lugar que nos correspondía. Comíamos la misma comida. Tomábamos la misma sopa. Les gustara o no a mis otros hermanos, yo también tenía el derecho de comer con ellos.
Cuando ya fuimos grandes y cada uno tenía sus ocupaciones y familias, acostumbrábamos ir a la "casa" a visitar a nuestros padres. Ellos vivían en Estados Unidos. Mi mamá aún vive en Newark, New Jersey y la visito dos veces al año. Día de la madre y su cumpleaños.
Uno de mis hermanos vive en Miami y se dedica a la jardinería. Otro trabaja para una fábrica de asuntos militares. Otra de mis hermanas es pastora de una congregación y así, por el estilo...
Cuando llegábamos a la "casa" todos éramos bien venidos. Mi papá se sentía contento de tenernos en su "casa". Nos atendía al mismo nivel. Cada uno se iba a la sala, la cocina y el comedor, a cualquier lugar. Uno se iba directo a la refri a ver qué había para comer. Otro se metía en el baño sin pedir permiso. Otra se acostaba en la cama de mis padres para darse una siesta...
Y mi papá no se ofendía. Al contrario, se sentía feliz porque sus hijos lo llegaban a visitar. Cada uno le llevábamos un regalo de cumpleaños o lo que fuera en aquel momento.
Acabo de ir a visitar a mi mamá y me junté nuevamente con mis hermanos en el comedor de su casa. Ella cocinó para todos. Nos tuvo sentados a su "mesa"...
¿Por qué, entonces, hay tanta división entre los hermanos cristianos? ¿Acaso no somos todos hijos del mismo Padre? ¿Acaso no vamos cada uno a visitarlo cada domingo y llevarle algo? ¿Acaso no nos sentamos a la misma Mesa cada Santa Cena? ¿A qué tanta separación?
La respuesta: Los nombres de afuera de Su Casa... Nos guiamos más por los nombres que por la Paternidad.
Creemos que por congregarnos en tal o cual denominación solo nosotros somos hijos del Padre. Los demás son bastardos. Fuera de nuestro rótulo no hay salvación. Los que no se congreguen bajo nuestro rótulo son herejes...
¿Qué ira a decir el Padre cuando nos reúna a todos en Su Mesa? ¿Nos irá a preguntar el nombre de nuestra congregación o nos preguntará qué hicimos con la Palabra de Su Hijo Jesús?
¿Qué cree usted? Si usted ha sido lavado con la Sangre del que me lavó a mi, que es Jesús... le caiga bien o mal... somos hermanos.
Mi hermano que se dedica a la jardinería huele a grama recién cortada. Mi hermano que trabaja en la fábrica huele a grasa. Otra de mis hermanas huele a aceite de cocina. La otra huele a púlpito... pero todos ellos son mis hermanos. Independientemente a lo que huelan. El olor no nos define. Somos hermanos. Eso es todo. Y mi mamá se pone contenta cuando nos ve unidos y contentos.
Y, para terminar: Cuando estábamos jóvenes y vivíamos todos en la misma casa, cuando discutíamos por cualquier cosa, mi papá nos decía: "no discutan patojos, respeten a su hermano..."
¿No será que es lo que nos quiere decir todavía...?
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