EL DESIERTO...

¡Ahhh, los desiertos!
No son nada agradables. Son secos. Áridos. Inmensos. Soledad por aquí, soledad por allá. Aislamiento continuo. Preguntas sin respuestas. Miradas perdidas. Horizonte sin esperanzas...
Jesús estuvo en un desierto por cuarenta días y cuarenta noches. Estuvo dandose duro con Satanás. Taco a taco. Satanás lo tentó para que no fuera a la cruz. Jesús soportó esa tentación...
Satanás le atacó el estómago. "No solo de pan vive el hombre, Satanás..."
Satanás le atacó el orgullo. "No tentarás a tu Dios, Satanás..."
Esos son los desiertos que nos llegan a nuestra vida. Doctor tras doctor. Currículo tras curriculo. Pañal tras pañal. Pena tras pena. Tu calendario se atascó en enero y tú te atascaste en febrero. Te despidieron con la promesa que te volverían a llamar y ya estamos en mayo y nada. Desierto.

En el desierto se piensa lo impensable.
Jesús lo probó. "¿No hay otra manera, Padre?"
"Oren por mí, muchachos, estoy triste esta noche..."

Lo que antes del desierto era inimaginable, en él se imagina todo.
Un matrimonio difícil puede hacer que un buen esposo mire dos veces a otra mujer.
Una enfermedad prolongada puede hacer que el más firme piense en el suicidio.
El estrés hace que la discoteca más viciada parezca un paraíso...
En el desierto se piensa lo impensable.

Por eso el desierto es la sala de parto de todos los vicios: atracones de comida, excesos de Colas, pornografía, soluciones a corto plazo a problemas profundos. Citas prohibidas. charlas carnales...
no lo sabíamo, pero en el desierto se piensa lo impensable...

¿Cómo vencerlo? Viendo al único que salió victorioso: Jesús. Él lo conoció antes que todos nosotros y nos dejó la huella para que caminemos en ellas.

Se puede vencer. Se puede borrar ese número en tu celular que te tienta a adulterar. Se puede dejar esa amistad que te nutre de malas acciones. Se puede evitar comer esa hamburguesa que te va a provocar un ataque al corazón. Se puede evitar hacerle caso a ese jefe entrometido que busca llevarte al motel. Se puede evitar el chisme, la pornografía, la carnalidad... se puede. ¿Sabes por qué? Porque Jesús pudo... por eso nosotros también podemos.

No podemos evitar los desiertos. Pero si podemos evitar caer víctimas de sus tentaciones... Jesús te ayudará. Lo ha hecho conmigo durante 34 años. No siempre he vencido, pero Él me ha tendido Su Mano cuando he fracasado y me ha dicho: Carlitos, sigamos, levántate y sigamos...

El desierto pasa. Tiene su tiempo. El de Jesús pasó... "El diablo lo dejó, y unos ángeles acudieron a servirle" (Mt. 4:11 nvi).

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