ABUSADOS...

Eras pequeñito. O pequeñita. Inocente. Creías que todos los que se acercaban a tí era con buenas intenciones. No había razón para desconfiar. Creías en todo y en todos. Te dejabas abrazar y besar. Había inocencia en tu corazón. Te abandonabas en los brazos de todos...

Hasta que sucedió...

Alguien abusó de ti. Rompieron tu pureza. Te hicieron cosas que no sabías qué eran pero en el fondo de tu ser sabías que algo no estaba bien. Lo que te estaban haciendo estaba marcando tu vida para siempre.

Te volviste huraña o huraño. Empezaste a desconfiar de todo y de todos. Cualquiera que se acercara significaba un abusador en potencia. Empezaste a rechazar los abrazos, los besos y hasta los saludos. Algo cambió en tu interior...

Tu corazón se cerró a lo que todos le llaman Amor. Para tí la palabra Amor significa abuso, toques prohibidos, traición, dolor, verguenza y otras cosas mas de lo que es mejor no hablar...

Tu dolor es real. Ningun consuelo ni tarjeta de felicitación va a resolver todos tus problemas. Por más chistes que te cuenten te harán reír en libertad. Quizá te rías para que no digan, pero por dentro estás llorando. Llorando de dolor y amargura.

Te entiendo. Pero si continúas leyendo talvez encuentres alguna respuesta...

La gente herida hiere a la gente. La persona que abusó de ti sexualmene lo hizo porque fue herida en algún momento. Esa persona se negó a perdonar a su abusador y decidió descargar sus agresiones sobre ti. Tú pagaste lo que no debías.

El perdón rompe la cadena de abusos. El perdón resuelve el pasado y protege el futuro. Sin él estás condenado o condenada a continuar con el abuso. No necesariamente sexual, sino a tavés de la ira o de la falta de compromiso en las relaciones. En algún lugar, en algún momento, con alguna víctima involuntaria, la herida sale inesperadamente de la caja y destruye a la otra parte.

Jesús perdonó a la gente en el pasado, presente y futuro. Imagina eso. Él ya te perdonó a ti y a mi por nuestros pecados que pasaron, los que cometeremos hoy y los que no hemos cometido aún.

¿Qué te parece?

Entonces, no hay razón para odiar a alguien por lo que te hizo en tu pasado. ¡Ah! y tampoco por lo que te harán mañana o algún día.  Jesús nos ha dado el ejemplo para que lo sigamos. Podemos y debemos perdonar a los que nos dañan y bendecir a los que lo harán mañana... ¿Por qué? Porque debemos vivir limpiamente, sin rechazar a los que nos aman, sin dañar a los inocentes, a los que no tienen nada que ver con la verguenza del pasado. Por eso.

Antes de quedarte atrapado o atrapada en el ciclo de la ocura del dolor y la falta de perdón, intenta apartar tu mirada de aquel que te hirió y pon tus ojos en Aquel que te ha salvado y perdonado: Jesús.

Todos necesitamos perdón... especialmente aquel que te lastimó.

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