DAR...dar y dar...
Estamos muy equivocados con respecto al dinero.
Por algo la Biblia le llama Mammón. Era un ídolo cananeo que según ellos, les proveía suficientes recursos para lograr la riqueza. El problema con este dios de la riqueza es que exigía sacrificios humanos para darles lo que ellos pedían. Es decir, los convertía en sus siervos...
Igual que el día de hoy. Hay padres que sacrifican el pan de sus hijos con tal de guardar a Mammón en una cuenta bancaria. Madres sacrifican a sus bebés y los abortan porque no los quieren mantener. Líderes políticos que sacrifican al pueblo que los elige con tal de llenarse sus bolsillos y después van a parar a la cárcel... Pero eso no se los dice Mammón... Pastores que sacrifican las finanzas de su congregación con tal de logar sus propósitos egoístas...
Jóvenes que se esclavizan ante este dios cananeo y sacrifican víctimas con tal de quitarles un celular de treinta o cuarenta dólares.
En contraposición, Dios quiere que seamos prósperos. Él no está en contra de la riqueza. Al contrario, quiere que seamos ricos. Pero, según su órden. Primero riqueza del alma y después de la billetera. Por eso nos dejó dicho en la tercera carta de Juan que Él desea nuestra prosperidad... pero no para exigirnos sacrificios humanos. La desea para nuestro bienestar personal y familiar. Para que la gente que no cree en Él, al vernos, deseen ser como nosotros. Prósperos en todo. Pero, insisto: primero el alma...
Cuando prosperamos el alma antes que nada, cuando estamos llenos de Su Palabra, cuando comprendemos que nuestro bienestar no está basado en el dinero ni en posesiones de cuentas bancarias, entonces estamos listos para comprender Su Deseo de prosperarnos. Y, cuando nos prospera inmediatamente comprenderemos que es para algo: Y ese algo es dar. Darle al que no tiene. Darle al hambriento, al necesitado, al desnudo. Eso quiere decir que si yo tengo suficiente ropa y Él me envía más, esa ropa no es para mí. Es para dársela a alguien que anda desnudo. Si yo tengo suficiente pan y Él me envía más, ese pan no es para que yo lo guarde y se engusane. Es para darle al hambriento...
Ignorar estas pequeñas reglas provoca en el Corazón de Dios una duda: ¿Podrá Él darnos si sabe que amontonaremos? ¿Que endureceremos nuestro corazón y nos mostraremos tacaños? Él no quiere nuestro mal. Quiere nuestro bien. Y, si Él sabe que no podremos manejar correctamente los recursos que Él desea darnos... sencillamente no nos los dará. Punto. No pidas. No te daré para que te llenes de lujuria por las cosas materiales...
Esto nos lleva a una conclusión: Nada es nuestro. Cuando yo tengo mis necesidades suplidas y me llega más bendición no es para acumular. Es porque Él confía en que mi corazón está tan lleno de Su Presencia que lo que me envía servirá para suplir al que necesita. Si yo estoy lleno no necesito más. Haga la prueba. Cómase sus pupusas, quede satisfecho. Pero si el restaurante le lleva más, lo más seguro, si usted es sincero y franco, las pedirá para "llevar" y en la primera esquina se las dará a alguien... ¿cierto? Igual debiera ser con el dinero... Por eso muy pocos lo reciben de la manera que Dios quiere darselo. Porque el dinero no son pupusas... el dinero es un dios...
Yo deseo que usted que me lee pueda comprender que Dios busca gente confiable. Gente a quien Él pueda confiarle Sus recursos para que los lleven a las manos y vidas que más lo necesitan. Pero esa gente tendrá que tener prosperada su alma...
Cuando Dios nos bendice con más de lo que necesitamos, Él nos confía lo que otros necesitan. Se espera que hagamos lo correcto: dar sin pesar.
Por algo la Biblia le llama Mammón. Era un ídolo cananeo que según ellos, les proveía suficientes recursos para lograr la riqueza. El problema con este dios de la riqueza es que exigía sacrificios humanos para darles lo que ellos pedían. Es decir, los convertía en sus siervos...
Igual que el día de hoy. Hay padres que sacrifican el pan de sus hijos con tal de guardar a Mammón en una cuenta bancaria. Madres sacrifican a sus bebés y los abortan porque no los quieren mantener. Líderes políticos que sacrifican al pueblo que los elige con tal de llenarse sus bolsillos y después van a parar a la cárcel... Pero eso no se los dice Mammón... Pastores que sacrifican las finanzas de su congregación con tal de logar sus propósitos egoístas...
Jóvenes que se esclavizan ante este dios cananeo y sacrifican víctimas con tal de quitarles un celular de treinta o cuarenta dólares.
En contraposición, Dios quiere que seamos prósperos. Él no está en contra de la riqueza. Al contrario, quiere que seamos ricos. Pero, según su órden. Primero riqueza del alma y después de la billetera. Por eso nos dejó dicho en la tercera carta de Juan que Él desea nuestra prosperidad... pero no para exigirnos sacrificios humanos. La desea para nuestro bienestar personal y familiar. Para que la gente que no cree en Él, al vernos, deseen ser como nosotros. Prósperos en todo. Pero, insisto: primero el alma...
Cuando prosperamos el alma antes que nada, cuando estamos llenos de Su Palabra, cuando comprendemos que nuestro bienestar no está basado en el dinero ni en posesiones de cuentas bancarias, entonces estamos listos para comprender Su Deseo de prosperarnos. Y, cuando nos prospera inmediatamente comprenderemos que es para algo: Y ese algo es dar. Darle al que no tiene. Darle al hambriento, al necesitado, al desnudo. Eso quiere decir que si yo tengo suficiente ropa y Él me envía más, esa ropa no es para mí. Es para dársela a alguien que anda desnudo. Si yo tengo suficiente pan y Él me envía más, ese pan no es para que yo lo guarde y se engusane. Es para darle al hambriento...
Ignorar estas pequeñas reglas provoca en el Corazón de Dios una duda: ¿Podrá Él darnos si sabe que amontonaremos? ¿Que endureceremos nuestro corazón y nos mostraremos tacaños? Él no quiere nuestro mal. Quiere nuestro bien. Y, si Él sabe que no podremos manejar correctamente los recursos que Él desea darnos... sencillamente no nos los dará. Punto. No pidas. No te daré para que te llenes de lujuria por las cosas materiales...
Esto nos lleva a una conclusión: Nada es nuestro. Cuando yo tengo mis necesidades suplidas y me llega más bendición no es para acumular. Es porque Él confía en que mi corazón está tan lleno de Su Presencia que lo que me envía servirá para suplir al que necesita. Si yo estoy lleno no necesito más. Haga la prueba. Cómase sus pupusas, quede satisfecho. Pero si el restaurante le lleva más, lo más seguro, si usted es sincero y franco, las pedirá para "llevar" y en la primera esquina se las dará a alguien... ¿cierto? Igual debiera ser con el dinero... Por eso muy pocos lo reciben de la manera que Dios quiere darselo. Porque el dinero no son pupusas... el dinero es un dios...
Yo deseo que usted que me lee pueda comprender que Dios busca gente confiable. Gente a quien Él pueda confiarle Sus recursos para que los lleven a las manos y vidas que más lo necesitan. Pero esa gente tendrá que tener prosperada su alma...
Cuando Dios nos bendice con más de lo que necesitamos, Él nos confía lo que otros necesitan. Se espera que hagamos lo correcto: dar sin pesar.
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