ME INTERESAS TÚ...no lo tuyo.

A los evangélicos se nos hace un poco difícil creer que somos amados...
Hay un pequeño resquicio por donde se nos escapa la fe en los demás...
Por naturaleza somos desconfiados. La sociedad nos lo enseña desde la niñez: "Ten cuidado con tu primo, te puede hacer cosas malas". "No vayas a dejar que tu abuelo te abrace muy duro". "No vayas a dejar que tu profesor te toque..." Son solo algunas palabras que quedan grabadas en nuestra mente...
Y ahora que somos evangélicos (no cristianos, eso es otra cosa), llegamos a la Iglesia y desde el púlpito nos dicen que nos saludemos y... se arma el lío...
¿Dejo que me abracen? Lo necesito pero tengo miedo...
¿Permito que me digan "te amo"? Lo deseo pero me da temor...
¿Sonrío como pide el pastor? Lo quisiera hacer pero desde niño me dijeron que tuviera cuidado...

Y los evangélicos están en la Iglesia, cantan, silban, aplauden, oyen el mismo sermón... pero siguen aprisionados en sus jaulas doradas de la desconfianza... No aman y no se dan el privilegio de amar...

Porque crecieron con el síndrome de que todos son malos... todos, menos él...

Y, ¿sabe qué? ¡Hasta Jesús puede llegar a ser malo!. Porque si Él le pide que ame... ¿por qué tanta desconfianza? Si Él le pide que de un abrazo... ¿por qué el miedo? Si Él le pide que sonria a sus hermanos... ¿Por qué tanto temor?

Hay una sola razón, y lo dice la Biblia: MIEDO. TEMOR. y, por supuesto, eso es falta de amor de Dios en su vida. Aclaro: No es que Dios no le ame lo suficiente. Es usted quien no ama lo suficiente a Dios. Porque la Palabra dice que el Perfecto Amor de Dios hecha fuera el temor. Cuando usted se deja amar por Dios usted pierde el miedo a los demás. El amor de Dios en su corazón hace que usted se vuelva una persona tierna, dócil y amorosa... pierde el miedo a abrazar, a sonreir, a besar, a decir "te amo"...

Y es porque en su corazón se ha engendrado el principio divino: Te amo a tí, no lo tuyo. Dios me ama a mí, no lo que tengo. Porque... ¿qué tengo yo que no sea de Él? Por lo tanto Dios le ama a usted, no lo que usted tiene. Él no ama su cuerpo. No ama sus ojos. No ama su sexo. No ama su pelo. Él lo ama a usted y punto. Él quiere ser su Padre, no su amante casual...

Eso hace la diferencia entre un evangélico y un cristiano. El verdadero cristiano hace, vive y habla lo que su Maestro Cristo le ha enseñado. ¿Acaso no dijo Él: Ejemplo os he dado?

Hoy empiece a disfrutar de un buen abrazo con sus hermanos. Una buena sonrisa que relaje esos nervios que están a punto de estallar. Salude a alguien, sonría, no tenga miedo, no todos somos depredadores, no todos somos "tocones", no todos somos degenerados sexuales... ¡Vamos!, no tenga miedo y viva como Jesús le enseñó...

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