NO ME LO PIDAS, POR FAVOR...

Hay frases llenas de ternura que, si no las notamos, pasarán desapercibidas ante nuestros propios ojos... Y nos perderemos grandes perlas que pueden enriquecer nuestras vidas...

La Biblia está llena de ellas. Claro, hay que ser un poquito romántico para poder verlas y estar en el momento justo, en el ambiente justo y en el espíritu justo para percibirlas.

Me gusta lo que dijo Madre Teresa: "Yo no puedo hacer lo que tú haces. Tú no puedes hacer lo que yo hago; pero juntos podemos hacer grandes cosas..."

O qué tal esta otra: En la novela Dr. Zhivago, cuando éste le dedicó un poema a su amada Lara, ella le dijo después de leerlo: "La del poema no soy yo, eres tú..."
Y así podríamos continuar escribiendo sobre frases que dijeron mucho en pocas palabras.

Pero en las historias de la Biblia hay un pasaje que nos habla de la ternura llevada al extremo. Nos muestra el lado hermoso y tierno de una mujer que no está dispuesta a dejar ir a una anciana sola, desamparada y con un corazón herido por la viudez y el dolor de haber perdido a su familia.

Se trata de Ruth. La moabita. Una de las nueras de Noemí... Cuando ésta siente que ha terminado su vida en Moab después de haber enterrado a su esposo y a sus dos hijos, empaca sus pocas pertenencias, se arma de valor y les dice a sus nueras que se despidan de ella. Ella ya no puede ofrecerles nada. Se ha quedado sola. Y no quiere ser una carga para ellas. Ellas no tienen ninguna obligación para hacerse cargo de una anciana desamparada. Son jóvenes que tienen derecho a la vida, al futuro y a sus propios sueños...

"Quédense, queridas, en su tierra" les dijo. "Yo iré a Belén, regresaré  mi tierra y Dios verá qué hace conmigo. Ustedes pertenecen a Moab. Ustedes tienen toda la libertad de quedarse en su tierra. Olvídense de mi..." Son palabras reales, duras y difíciles de expresar, pero Noemí comprende que no puede exigir algo que no le pertenece: La fidelidad de dos nueras, viudas también...

Y aquí es donde nos sorprende la ternura hecha persona. Ruth le dice: "No me pidas que te deje. A donde tú vayas yo iré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú vivas viviré y donde tu mueras moriré..."

¿Se habrá escuchado palabras más bellas expresadas por labios humanos?  ¿Se habrá repetido la historia? Ruth es el paradigma de la fidelidad. Es el epítome de la ternura. Es el amor hecho verdad. Es la compañía por excelencia. Esas palabras nos pueden llenar el corazón cuando nos ponemos a pensar en la profundidad que encierran.  Son pocas las personas y las veces que podemos tener la oportunidad de decirlas y oírlas. Esa clase de frases son las que nos hacen creer todavía en la bondad humana. Nos muestran que aún hay esperanza en la raza humana. Que, a pesar del tráfago cotidiano todavía podemos esperar amistad, cariño, fidelidad y amor de alguien que esté dispuesto a ir a nuestro lado aunque no tengamos nada que ofrecerle...

¿Qué podía darle Noemí a Ruth si la anciana estaba ya acabada? Aún sus palabras son llenas de amargura cuando se presenta en su aldea y le pide a sus vecinas que no la llamen por su nombre que significa Abundada sino Mara que quiere decir amargada? ¿Qué esperanzas tenía Ruth de que su exsuegra le pudiera brindar un futuro prometedor? Sin embargo la moabita no esperó nada. Dejó sus sueños en Moab por quedarse en Belén a esperar la muerte y sepultura de su anciana amiga...

Aquellas palabras dichas en Moab antes de salir y tomar del brazo débil y lleno de arrugas a la viuda llena de amargura quedaron grabadas como en piedra y Ruth sostuvo su fidelidad. Su pueblo se convirtió en su pueblo. Su hambre era su hambre. Su pobreza fue su pobreza... Usted puede leer su historia en el libro que lleva su nombre: Ruth...

Y, al final, como un sello Divino, vemos que aquellas palabras tuvieron su recompensa.  Aquel gesto de ternura y amor, compañerismo y sacrificio tuvieron su cosecha.

El Dios de Noemí fue el Dios de Ruth. Y hasta el día de hoy esas palabras resuenan en el firmamento como un monumento a la Bondad y Amor del Amo del mundo...

¿Se repitió la historia entonces? Creo que sí. Si me permite parafrasear Juan tres diez y seis... podría decir lo mismo: El Hijo le dice al Padre: Envíame a mí, yo iré... Tu pueblo será Mi pueblo... sus pecados serán mis pecados, sus deudas serán mis deudas... su dolor será mi dolor...

Hermosas palabras... ¿no le parece?

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