ODRES VIEJOS... ODRES NUEVOS
Reposado ha estado Moab desde su juventud, ha estado tranquilo sobre su sedimento; no ha sido vaciado de odre en odre, ni ha ido al destierro; por eso retiene su sabor, y su aroma no ha cambiado.
Jeremías 48:11
¿Cómo cambiamos entonces? ¿Cómo dejaremos de ser las mismas personas que llegamos a la Iglesia hace ya tantos años? ¿Cómo hacer para dejar aquellos viejos hábitos que nos avergüenzan y humillan
¿Cómo predicar sin palabras? ¿Cómo impactar otras vidas sin que nos vean aún con barro en los pies? ¡Ahhhh! Ese es el meollo del asunto...
No cambiamos porque no permitimos ser vaciados de odre en odre.
¿Cómo funciona esto?
Jesús dijo: No se puede echar vino nuevo en odres viejos. Para echar vino nuevo en un odre, éste tiene que ser nuevo. Pero para ser odre nuevo, tengo de dejar las cosas viejas. El odre viejo no puede recibir el vino nuevo. No podemos tener lo nuevo en odres viejos. Así de simple. O permito que el Señor me cambie a un odre nuevo... o tendré que seguir luchando con mis áreas grises y negras que no me dejan tranquilo. Él no puede darme los Misterios de Su Reino si no estoy vaciado de lo viejo, para que Él ponga lo nuevo. Y, lo peor... los que me observan haciendo lo mismo de antes... difícilmente me creerán que soy odre nuevo. ¡Tengamos cuidado! Posiblemente estamos enviando a algunos al infierno al presentarnos ante ellos con las mismas costumbres que teníamos antes de conocer al Señor. Tengamos cuidado antes que nos pongan una piedra de molino al cuello y nos tiren al agua por haber estorbado la fe de algún pequeñito. ¿Todo por qué? Porque no hemos dejado que el Señor nos vacíe de lo viejo, del mal carácter, de los vicios del pasado, de las costumbres religiosas de nuestros ancestros, del lenguaje vulgar y profano que siempre hemos usado, de las miradas libidinosas que le enviamos a las mujeres, de los chistecitos vulgares que contamos en la oficina, de la crítica a los pastores que no nos gustan, de hablar mal de la suegra e insultar a la esposa...
Jeremías clava un dardo doloroso en nuestros corazones y nos dice lo mismo que dice de Moab: Mantuvo su aroma. Mantuvo el olor a muerto. Mantuvo el aroma a carnalidad. Mantuvo el mismo vicio. Mantuvo la misma visión pobre y miserable de la vida. Mantuvo la misma opinión de los cristianos. Mantuvo la misma hipocresía religiosa. Mantuvo las mismas amistades que lo llevaban a los burdeles. Mantuvo el mismo olor a podredumbre del pasado... No fue vaciado de odre en odre. Triste realidad la de muchos que nos decimos "cristianos". Por eso la gente no cree en Jesús. Por eso la gente no quiere saber nada de la Iglesia de Cristo. Prefieren su religión llena de ritos pero que no les confronta con su pecado, porque nosotros, los "cristianos" seguimos con el mismo sabor de antes, nos mantenemos tan tranquilos, reposados en nuestras viejas costumbres, mantenemos nuestro sedimento religioso y nada ha cambiado. Nada. Seguimos siendo odres viejos, religiosos acostumbrados a ir a la Iglesia cada domingo, igual que antes, a hacer presencia pero no a ser vaciados de odre en odre, de vasija en vasija...
¿Qué piensa de todo esto, usted que me lee? ¿Está su vida siendo vaciada de odre en odre? ¿Se puede echar en su odre vino nuevo? ¿Está capacitado para dejar lo viejo y proyectarse a lo nuevo? ¡Piénselo por un segundo! Y la próxima vez que vaya a la Iglesia, vaya con el pensamiento: Necesito ser vaciado de lo viejo para llenarme de lo nuevo...
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