LAS CUEVAS...
Si usted es como yo... las cuevas le deben dar ñañaras...
No me gustan porque son incómodas. Son oscuras, húmedas, mantienen una colonia de bichos que para qué le cuento.
Pero también es cierto que el Señor a veces tiene que meternos en una cueva para tratar con nosotros. Con nuestras realidades humanas. Esas cosas feas que nos dañan no solo a nosotros sino también a la Imagen de Jesús.
Al fin y al cabo para eso aceptamos a Jesús: para que se formara Su Imagen en nosotros, ¿cierto? Nos guste o no tenemos que llegar al día en que nos parezcamos a Él. No hay prisa para el Señor, así que mejor nos ponemos contentos cuando nos envíe a alguna cueva para realizar su Propósito. Punto.
Eso fue lo que hizo con Elías. El gran profeta que hizo descender fuego del Cielo y le cortó la cabeza a un montón de profetas falsos. Después de esa victoria, el hombre cayó en depresión porque una mujer algo chiflada se le ocurrió amenazarlo con matarlo. El siervo del Señor entra en pánico y sale huyendo del lugar... El Señor, Bueno y Misericordioso, le ordena que se esconda en una cueva. Se llama Querit. Allí, le dijo el Señor, te enviaré agua, carne y pan. Es decir, lo suficiente y necesario para vivir. Allí no necesitarás una pantalla plasma, no necesitarás un carro último modelo ni nada de lujos. Lo necesario y nada más mientras te repones del susto... Al tiempo señalado, le ordena que salga y siga su llamado. Una viuda lo está esperando para aprender a vivir de la Mano del Señor. El único que le puede enseñar como hacerlo es quien acaba de aprenderlo en Querit: Elías...
Así que se fue de allí ¡Elías salió de la cueva para hacer la voluntad de Dios! Él no tuvo que derramar ríos de lágrimas. No, ¡él simplemente había escuchado la Palabra del Señor!
¿Dónde aprendió a escuchar la Voz del Señor? Precisamente en la cueva. ¡Ah! entonces quiere decir que si usted está en alguna cueva... está aprendiendo a escuchar la Voz del Señor. Si usted está en la cueva de las deudas, en la cueva de la enfermedad, en la cueva de la soledad, en la cueva de la escases, en la cueva del inminente divorcio... usted está aprendiendo algo. Algo que después irá a enseñarle a alguien que necesitará el consejo que solo usted y solo usted podrá darle...
Las cuevas, entonces, cumplen un propósito en los planes del Señor. Son nuestras maestras. Nos enseñan que Dios se encargará de nosotros en esos lugares de aparente soledad. Nos enviará agua, pan y carne. Lo necesario. No nos moriremos de hambre. No nos moriremos por falta de amor. No nos moriremos de soledad. Al contrario, viviremos para contarlo...
¿No le parece maravilloso? Así que si usted está en alguna cueva en estos momentos... espere. Cuando ya no lleguen los cuervos, cuando ya no haya agua ni pan, será el momento de salir y seguir caminando hacia el destino que el Señor ha trazado para su vida.
Pero mientras haya agua, pan y carne... espere. No se mueva. Deje que el Espíritu Santo termine su labor y usted verá grandes resultados en su vida de fe... quizá usted pueda enseñarme algo de lo que ha aprendido en esos lugares de Dios...
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