¡QUÉ ARROGANCIA...! (Mat. 18:21)
Catorce versos se tomó el Señor para responder a la pregunta de Pedro: ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano que peque CONTRA MI? (mayúsculas mías). Jesús ha estado hablando de la oveja perdida. Luego pasa a tocar el tema de la ofensa que el hermano nos hace... Y, envalentonado, Pedro hace la pregunta equivocada. Equivocada no porque sea mal hecha sino por el ingrediente de arrogancia que lleva: Que peque contra mí...
Que pequen contra otros no me interesa. Aquí quien está en juego soy yo, Señor. Lo que le hagan a mi pareja no me interesa. Me interesa saber cuántas veces debo perdonar las ofensas que me hacen a mí... ¿ya vio el pronombre personal que Pedro usa aquí?
En mis varios años de pastorado he vivido muy de cerca esta misma pregunta. Mientras se le llama la atención a terceras personas no hay problema. Incluso hasta se hacen chistes de esa persona. Se comenta que seguramente se ganó el regaño por pecador, por malcriado y por muchas cosas más... Pero, por favor, pastor; hoy se le pasó la mano. Hoy se metió con mi familia, con mis hijos, conmigo... Y eso es otra cosa.
Porque no es lo mismo que hagan pedazos a otros... mientras no me toquen a mi o a los míos. ¿Le parece conocida esta situación?
Entonces, en esos famosos catorce versos, el Señor le da a Pedro una magistral lección sobre el perdón y le habla de la parábola de los dos deudores. A uno le perdonaron una deuda imposible de pagar. Él no perdonó una pequeña falta. Y, si usted es acucioso, lea el verso treinta y tres. No necesito escribir sobre eso. Se explica por sí mismo. Si el Señor me ha perdonado grandes deudas... ¿por qué no debo yo perdonar deudas pequeñas? Si el Señor me ha perdonado borracheras, fornicaciones, robos, engaños, mentiras, falsedades, traiciones, adulterios y todo lo que hice en mis años pasados y con eso ofendí el Corazón de Dios... ¿Cómo es que no puedo perdonar pequeñas cosas que hoy me hacen los otros?
Aquí es donde reside la arrogancia de Pedro. Se olvidó de todo lo que le perdonaron y las veces que lo liberaron... y ahora pregunta cuántas veces debe él perdonar... ¡Chistosito Pedro! ¿No le parece?
¿Y nosotros...? ¿Nos parecemos a Pedro, por pura casualidad...?
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