...NOS VEMOS COMO... (Núm. 13)
El Señor le ha dicho a Moisés que están prontos a pasar la frontera del desierto para entrar a la Tierra Prometida. Ellos van a poseer lo que les pertenece. Todo el trayecto en el desierto ha llegado a su fin. La Tierra está del otro lado del Jordán. Y el Señor le dice al pueblo: Prepárense porque ustedes van a pelear por esa tierra. Ustedes batallarán por poseerla y se la van a quitar a los habitantes que están en ella y que son unos intrusos. Ustedes son los verdaderos dueños. Yo se la he dado a ustedes y a sus generaciones...
¿Pelear, Señor? ¿Batallar? ¿Acaso Tú no eres el que ha batallado siempre? ¿Cómo nos dices que vamos a ir a una batalla? ¿No te estarás equivocando, Señor? Para poder batallar, necesitamos saber cómo es esa tierra... necesitamos enviar espías para que vean cómo es y qué clase de gente vive allí...
Y se comete el peor error en la vida de una nación: desconfiaron de su Dios Poderoso. Durante cuarenta años les había demostrado Su Poder y Su Fidelidad. Pero ahora que están a punto de ganarse el premio, de graduarse, de sacar su doctorado... dudan. Y lastiman el Corazón de su Dios...
Los espías regresan. Se hace un círculo alrededor de ellos para escuchar sus noticias. Hay un silencio sepulcral en todo el espacio. Todos están a la expectativa de lo que escucharán de sus enviados... Después de un largo minuto de silencio, empieza el informe...
La tierra es buena. Tiene grandes frutos, aquí está la prueba. Pero también hay gigantes. Son tan grandes y fuertes que nosotros NOS VIMOS como langostas. A la par de ellos somos como hormigas. No podremos ganarles. No podremos vencerlos. Son más grandes y poderosos que nosotros... Y el resto del pueblo lloró toda aquella noche...
¡Aja! dice Dios. ¿Conque ustedes le creen más a sus ojos que a los Míos? ¿Acaso no dije Yo que se la he dado a ustedes? ¿Acaso no les dije que Yo iría detrás de ustedes a tomar su tierra? Pero, ahora, por cuanto no me creyeron y no se vieron como Yo los veía... andarán errantes otros cuarenta años hasta que mueran todos los que dudaron de Mí...
Y ese síndrome aún nos persigue: Cada día que amanecemos entre la frontera del ayer y el hoy... vemos los problemas como gigantes. Nos vemos como langostas a la par de las dificultades. No nos creemos capaces de ser mejores esposos. No podemos ser mejores hermanos. No podemos ser mejores creyentes. No podemos ser mejores cristianos. Los gigantes de la tierra nos vencen una y otra vez. No podemos ser mejores trabajadores. No podemos cumplir con las metas que nos piden nuestros jefes. No podemos alcanzar la santidad que nos pide el Señor. No podemos ganarle a esos gigantes del alma. Somos como hormigas, tan pequeños que nos pisotean por todos lados. El carácter nos gana la batalla y perdemos nuestras bendiciones. El egoísmo es un gigante en nuestro interior que nos roba el privilegio de tener buenos amigos. El ego es tan grande que yo, siendo como langosta, me vence cada día y no me deja ser diferente. El orgullo es el gigante que no me deja ser niño y recibir los besos y abrazos que desean darme los otros...
Y usted... ¿cómo se ve este y todos los días...?
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