GUARDA TU ESPADA...

Jesús está siendo arrestado en el jardín. Sus discípulos entran en pánico y Pedro saca su espada y le corta de un tajo la oreja al soldado Malco. Está tratando de defender a su maestro. La vida de Jesús es importante para su discípulo y éste no duda en entrar en acción para evitar que lo dañen y se lo lleven. Su acción parece ser la correcta. Pero solo parece... porque para Jesús, no es lo correcto...
 
Y es cuando le da la orden: Guarda tu espada.
 
¿Qué significa esto para nosotros? ¡Mucho!
 
Proverbios dice que hay palabras de hombre que son como golpes de espada. No son palabras tiernas dichas con un sentimiento de sanidad ni de elevación de la otra persona. Son palabras que duelen, palabras que llegan profundo al corazón algunas veces angustiado, otras veces humillado... y otras, las más de las veces, destruido. Nuestra lengua, dice Santiago, es capaz de adorar al Creador un segundo antes y en el otro maldecir a alguien. Espadazos dichos al azar. Comentarios sueltos de maldición y rechazo hacia las personas que hacen cosas que no nos agradan, como si nosotros hiciéramos lo justo siempre. Espadazos que destruyen amistades, que arruinan matrimonios, que aniquilan a los seres queridos... Creemos que estamos educando a nuestros hijos con nuestras palabras pero no nos damos cuenta que les estamos destruyendo su auto estima, los estamos rebajando a un nivel inferior en lugar de levantarlos... Le decimos palabras francas a nuestra esposa... Estás muy gorda, querida, deberías rebajar... y esas palabras que parecen sinceras, en el corazón de nuestra amada suenan como espadazos en su ego, la humillamos, le hacemos sentir obsoleta y rechazada, le hacemos creer que la amamos solo por su figura y arruinamos totalmente nuestra relación matrimonial. Golpes de espada que duelen en lo profundo del alma...
 
Y Jesús nos dice: Guarda tu espada. Guarda tu lengua. Guarda tu sinceridad. Guarda tu franqueza. Guarda tu egocentrismo. Guarda tu egoísmo. Guarda tu ira... Guarda tu espada...
 
El predicador ha dado lo mejor de sí. Está pasando tribulación y no logra concatenar su mensaje, no sabe como hilarlo y predica algo que usted no entendió mucho... Sinceramente se acerca a él después de que ha predicado y le suelta a boca de jarro: ¡Hoy si que no me edificó para nada...! El pastor siente que se le abre la tierra bajo sus pies pero no dice nada. Siente que su rostro arde en ira pero no dice nada. Le han mutilado su yo personal. Lo han herido en lo más recóndito de su corazón. Hizo su mejor esfuerzo y no valió nada... esos golpes de espada lo desarmaron aún más. Le cortaron su oreja. ¿Era buena la intención? Quizá. ¿Era el momento adecuado? No. ¿Eran necesarias esas palabras? No.
 
Esa oveja tan franca... debió guardar su espada. Pero no lo hizo. Y cortó donde más dolía. El predicador no tiene ni un centavo en su bolsa y al regresar de su compromiso su esposa y sus hijos le esperan con víveres para su cena... Ahora deberá regresar sin un centavo y sin un aliciente para continuar su trabajo. Le mutilaron una parte de su ser... Es Malco herido y cortado por una espada utilizada en el momento menos oportuno...
 
Así que cuando piense decir algo que según usted está en su derecho... Piense, analice, deténgase... y si es necesario... guarde su espada. Deje que Jesús arregle Él solo la situación.

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