EL VERDADERO AMOR...

Un gran pez fue capturado por los sirvientes de un conde. Escuchando hablar a sus captores, el pez se consolaba al oír las palabras: "El conde se pondrá muy contento con este gran pez... porque el conde ama el pez..." Aunque sufrió en todo el trayecto al castillo del conde, se consolaba con el pensamiento de lo que decían los sirvientes: "¡Qué hermosura! El conde se alegrará con este pez pues él ama el pescado".  Sin embargo, al llegar al castillo el pez esperaba que lo pusieran en una pecera de lujo o en una laguna ya que había escuchado que el conde ama el pescado. En lugar de un estanque, lo llevaron a la cocina y allí, nuevamente, escuchó decir al cocinero: "El conde estará muy feliz porque él ama el pescado" Por eso, cuando vio que el carnicero levantaba el cuchillo para cortarle la cabeza, el pez empezó a gritarle al carnicero: "El conde no ama el pez, él se ama a sí mismo, él está pensando no en mí sino en él mismo..."
Normalmente, cuando hablamos de "amar" a otra persona lo que realmente estamos pensando es qué podemos sacar de ella, qué beneficio podemos lograr ya que nos amamos más a nosotros mismos que a los demás...
 
Y este es el verdadero sentido del amor, pero del verdadero amor.
 
Como el de Jesús por nosotros... Dice la Biblia que Él se negó a amarse a sí mismo por amor a nosotros. Fue crucificado, clavado, abandonado, dejado con sed y sin amigos. Todo por amor. Ese amor que no pensó en Él sino en usted y en mí.
 
Ese es el ejemplo del verdadero Amor. Por eso no hay pretexto para que no amemos igual, porque también nosotros, aunque nunca seremos crucificados en una cruz, sí es posible que nos crucifiquen en un madero de soledad, de abandono, de marginación. Porque amar con el Amor de Jesús nos expone a ser vulnerables, a ser mal comprendidos, a ser criticados y hasta maldecidos...
 
Por eso la Palabra nos dice: No os canséis de hacer el bien, mayormente a los de la Casa... No debemos cansarnos de amar a nuestros hermanos, al prójimo pero no para ver qué podemos sacar de beneficio para nosotros sino todo lo contrario. Amar no como el conde amaba el pescado para comérselo, sino amar sin esperar recibir, sin esperar nada a cambio, sin esperar a veces ni un "gracias" por todo lo que se ha hecho por alguien.
 
Ese es el verdadero amor. El amor que da antes que le pidan. Mejorar la vida de la persona que yo digo que amo. No dejarlo ir igual, hacer algo en su beneficio, hacer algo en su mejoramiento, hacer algo que le perdure toda su vida...
 
Jesús es el Perfecto Amor. Treinticuatro años de mi vida lo testifican: Hoy no soy el mismo que Él encontró hace años. Me ha mejorado tanto que ya casi no me conozco. Ha invertido tanto amor en mí que no sé como agradecérselo... excepto aprender a amar a los otros como El me ama a mí. Y, lo mejor de todo es que aún cuando El vuelva, me tendrá que cambiar de cuerpo para llevarme a la Casa...
 
Por eso Él aún no ha terminado conmigo. Su Amor sigue vigente día tras día...
 
¿Podrá usted amar así...?
 

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