EL DISCIPULADO...

Hay gente que pasa años y años sentados en las sillas de la Iglesia. Escuchan cientos de sermones. Participan en cientos de actividades. Cantan miles de coros y hacen miles de oraciones... pero no ganan ni un alma para Cristo...
No colaboran con su Iglesia.
No discipulan a nadie. A veces ni a su propia familia, mucho menos a sus amigos.
Y es que hay un error en el pueblo cristiano. Creen que hacer discípulos es un ministerio. Pero no, no es un ministerio. Es una orden. Lo dijo Jesús en Mateo: vayan y hagan discípulos. Jesús nunca dijo que se sentaran a ver pasar el tiempo. Nunca dijo que se aprendieran la Biblia de memoria. Nunca dijo que fueran a un seminario teológico por cinco años a aprender cómo es Dios. Simplemente dijo: Vayan y hagan discípulos...
 
Le contaré una historia de un excelente discipulador:
 
Jesús llega a Gadara. Encuentra a un hombre que está poseído por una legión de demonios. Vive en el cementerio y se alimenta de basura. Su pueblo lo ha desechado y lo han expulsado de su ciudad arrinconándolo entre los sepulcros de sus muertos. El hombre da lástima. Sufre indeciblemente por su situación y necesita urgentemente que lo liberen, lo sanen y lo limpien... Y Jesús hace todo eso. Le expulsa los demonios que se meten en los cuerpos de unos cerdos, sana al hombre, lo limpia y lo viste. Cubre su desnudez.
Cuando en el pueblo se escucha que sus cerdos han caído al desfiladero y se ha perdido una buena cantidad de dinero, se enojan. Pero no se enojan con el ex endemoniado sino con Jesús. Y hacen algo insólito. Bueno, si usted o yo hubiéramos estado allí también habríamos hecho lo mismo. Le piden a Jesús que se vaya. Que se aleje de ellos porque les está arruinando su negocio. Le piden que los deje con sus cerdos, que así están contentos...
 
Jesús, obediente al deseo inconcebible de esa gente, se encamina a la playa donde está la barca. Le siguen los apóstoles. Uno a uno suben a la barca y se alistan para empezar a remar... De pronto, un hombre que no es de los apóstoles está empezando a subir también para seguir a Jesús. Cuando el Señor ve que está a punto de subir, lo detiene y le dice: No, no vengas con nosotros. A mi me echaron del pueblo, a mi no me quieren con ellos, pero a ti te dejarán entrar... anda y cuenta las cosas que Dios ha hecho en tu vida... Anda y testifica a mi favor. Anda y háblale a tus amigos de Mi... anda y haz discípulos...
 
Cuatro horas bastaron para que este hombre que había estado endemoniado, ahora libre, limpio y bien vestido... cumpliera la orden que muchos hoy... no quieren cumplir. Nunca cantó un coro. Nunca asistió a ningún culto. Nunca celebró ninguna Santa Cena. Nunca asistió a clases de evangelismo. Nunca fue a un seminario bíblico... Pero, para Jesús, cuatro horas bastaron para que este ex endemoniado fuera su testigo ante su familia, sus amigos y vecinos...
 
¿Y nosotros...?  ¡Qué ignorantes! ¿No le parece...?
 

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