CARGANDO CADÁVERES...
La señora siempre se mantenía triste, decaída y con un desarreglo personal que daba lástima. Siempre vestía de negro. Dejó de maquillarse. Ya no se peinó. Si se bañaba era por el calor de su pueblo, no por las ganas de vivir limpia. Su aspecto era el de una mujer abandonada, solitaria, amargada y que se condolía de su dolor...
Su hija, una niña vivaracha y alegre trataba por todos los medios de ayudarla en lo que pudiera pero todo había sido en vano. Su vida al lado de su madre se estaba volviendo gris, sin horizonte ni futuro alguno. Su casa había caído en una desgracia total. La cocina era un hervidero de moscas, la suciedad se veía por todos lados... La chiquilla se estaba decepcionando de su madre a quien amaba entrañablemente, pero su viudez no le permitía ver que su hija adolescente y llena de vida necesitaba otro estilo de vida...
Un día el director de la escuela, al ver el estado lastimoso de la niña y que había empezado a perder interés en el estudio, le pidió que llevará a su mamá a su oficina pues quería saber el motivo de tal decaimiento en el estudio. Al día siguiente la madre se presentó en unas fachas que daban lástima. El director no pudo evitar un mohín de desagrado al ver a aquella mujer envuelta en trapos negros y sucios, con el pelo desordenado y con un rostro avejentado que más parecía a una anciana que a una mujer de la edad que ella tenía.
La pregunta salió sin rodeos. ¿Qué le sucede señora? Ella estaba lista para esa pregunta. La respuesta salió como un torrente de aguas negras... Mi marido murió. No puedo olvidar el día que lo llevé al cementerio. No he logrado retomar el ritmo de mi vida y sé que sin él no podré salir adelante. Mi esposo era todo para mí. Sin él estoy perdida. No sé como enfrentar los días, no sé qué cocinar en mi casa, no sé para qué sonreír, ni siquiera sé en qué día vivo... He perdido el rumbo y ya no sé que hacer con mi vida. ¿Desde cuando se murió su marido? fue la siguiente pregunta... Hace seis meses, respondió la triste señora...
El director, lleno de compasión al ver el triste cuadro de la mujer que se estaba muriendo en vida, le dijo...
No, señora, usted no enterró a su marido hace seis meses. Usted aún lo tiene con usted. Usted fue al cementerio pero regresó a su casa cargando el cadáver de su esposo. Usted no lo ha enterrado. Véase. Vea su aspecto. Vea a su hija. Vea su casa. Vea su rostro. Vea su futuro, está tan negro como la tumba que dejó vacía. Usted lamentablemente sigue cargando el cadáver de su muerto. Si usted lo hubiera dejado en la tumba viviría de otra manera. Se vería si no feliz, por lo menos viva, pero usted está tan muerta como el cadáver que aún carga sobre usted. Usted necesita ir al cementerio otra vez y descargar el cadáver fétido de su marido y volver a su casa, retomar la vida, retomar sus sueños, retomar el gozo de estar viva, retomar el futuro de su hija y empezar una nueva etapa de su vida. No le niego que duela perder a un ser querido, pero el dolor sirve para recordar las buenas cosas que dejó en usted, no para que se hunda en la desesperación y en el abandono...
Hay personas que después de regresar del cementerio de su pasado siguen cargando cadáveres que se han quedado en el camino: un divorcio que no quieren olvidar y se niegan a volver a amar. Una relación sentimental que les dejó heridos y pierden la confianza en los demás. Un jefe abusivo que les traumó y ahora no quieren salir de casa. Un hijo que se rebeló y ahora odian a los niños. Un policía que no ayudó en aquella emergencia y ahora detestan la autoridad. Un pastor que les falló y ahora rechazan a Dios... Un aborto en su juventud y nunca se perdonan ese pecado...
Gentes cargando cadáveres. Gentes con rostros macilentos, almas muertas y ojos perdidos en el pasado de su vida... Jesús dijo: Hecha sobre Mí tus cargas,y Yo te daré descanso. Yo diría: Hecha sobre Mí tus cadáveres y podrás vivir feliz...
Comentarios
Publicar un comentario