AMOR CON PROPÓSITO

No estoy hablando de un libro que salió a la venta hace unos años. Hablaré a su corazón basado en el Amor de Dios que no esperó a que se escribiera un libro para hacer lo correcto: Amar con propósito...
 
La mayoría de nosotros no sabemos amar con propósito. Y si lo hacemos, amamos con el único propósito de sentirnos bien NOSOTROS. Eso es amor egoísta. Es amor hacia mí mismo, no hacia mi prójimo. En una palabra, no es amor... es egocentrismo.
 
Antes debo decirle que Dios tiene una línea de fuego para todos nosotros sus hijos. Quien traspase esa línea cae bajo el fuego de Dios. Eso le pasó al pueblo de Israel, el Israel del segundo Templo. Lo que causó su dispersión actual fue que se odiaron. Se odiaron sin propósito. No sabían porqué, pero se odiaron. Eso los llevó a la línea de fuego de Dios. Y les llegó la diáspora. Hoy, el pueblo de Israel sigue dispersado esperando su Tercer Templo...
 
Lo contrario al odio sin propósito no es amar sin propósito.
 
Imagine que usted le pregunta a su pareja: ¿Por qué me amas? Y ella o él le responde... "no sé por qué, me gustaría saberlo, pero te amo". O pregúntele a sus padres... ¿Me aman? Y que ellos le respondan... "Sí, te amamos, no sabemos por qué pero sí, te amamos..." ¿Tiene sentido esa respuesta? ¿Se sentirá usted satisfecho con solo eso? Lo dudo. Todos necesitamos saber por qué somos amados. No si somos amados, solo queremos saber por qué...
 
Para eso existe la Iglesia: para amarnos con sentido, con propósito. Allá afuera nos aman sin saber por qué. Pero en la Iglesia debemos amarnos sabiendo por qué. Cual es el sentido de nuestro amor por los demás. No es un amor anodino, sin sentido. Debe ser un amor que persiga un fin: mejorarnos unos a otros. Conseguir que seamos mejores personas, mejores cristianos, mejores hijos, mejores cónyuges. Debemos observa cada persona a nuestro alrededor y buscar sus áreas grises para amarlos con el propósito de mejorarles su vida, su conducta, su futuro. Algunas de ellas será fácil amarlas... otras será muy difícil, pero no imposible. Se puede. Muchas de esas personas han huido de nuestra congregación. No quieren ser amadas así. Quiere amor sin sentido. Que se les deje tal como llegaron. Que no se metan en sus vidas ni escarben en sus cofres llenos de recuerdos viejos...Y, cuando nos acercamos para amarlas con un propósito... huyen, se van, se esconden detrás de otros árboles, no quieren cambiar. Ni modo, llegarán otras que sí anhelan ser amadas con un sentido específico: ayudarles a mejorar. A algunas personas hay que estudiarlas detenidamente, buscarlas y acercarse con cuidado para no ahuyentarlas. Son las más difíciles de amar. No hay que esperar que pidan ayuda, debemos dárselas porque a veces ni ellos mismos saben que lo necesitan. Solo están allí... esperando. Otras, como la cebolla, hay que irles quitando capa tras capa hasta llegar al fondo de su vida secreta. Yo no espero que alguien pida ayuda. Yo me meto, me arriesgo, me vulnero y me expongo a que me digan metiche, pero prefiero eso a amar sin sentido. Siempre busco a alguien a quien cambiar, alguien a quien ayudar, alguien que necesite un poco de luz para alumbrarle sus zonas oscuras. Amo con sentido... amo con propósito. Aunque muchos me han abandonado, como a Jesús, prefiero eso a que el Cielo me reclame el día final por qué no hice un poco más de esfuerzo para aquellos que se cruzaron en mi camino...
 
Usted que me lee, no espere a que lleguen a usted los necesitados. Búsquelos. Ellos están encerrados en sus tragedias. Usted está libre. Ya puede amar. Ya puede dar amor con propósito, con sentido, con verdad. Y habrá evitado que alguien cruce la línea de fuego de Dios...

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