NO JUZGUES...

No, no voy a escribir sobre juzgar a los demás.  Eso ya está definido en miles de púlpitos y ha sido enseñado en miles de sermones.
El motivo del título de mi artículo de hoy es que no debemos juzgar el evangelio por los evangélicos...
 
¿Qué es lo que se oye normalmente fuera de las iglesias? ¿Ya ve? Yo, por eso, no me congrego en ninguna iglesia... todos los evangélicos son hipócritas, son mentirosos y tramposos... Incluso, cristianos se van de las congregaciones porque nadie les dijo que dentro de la iglesia hay gente que se comporta como si no hubiera nacido de nuevo. Siguen con sus mismas cosas de "antes" y parece como que fueran mentirosos y falsos... pero no es así.
 
Permítame explicarme...
 
La Biblia dice que Dios hace habitar en familia a los desamparados. Los desamparados somos nosotros, los que hemos aceptado el llamado de Jesús a formar parte de Su pueblo. Entonces, lo que hace el Espíritu Santo es ubicarnos en una congregación para que escuchemos Su Palabra y empecemos el proceso de cambio. Será un proceso largo y a veces tedioso, pero que al final dará resultados. Entonces, como en toda familia, empezamos los primeros días a portarnos bien, nos sentamos correctamente, pedimos permiso para hablar, no interrumpimos la conversación con el celular y pedimos disculpas por toda imprudencia que cometamos...
 
Pero, ¿qué sucede cuando ya tenemos confianza? ¡Allí está el problema! Cuando ya nos sentimos en confianza, como decimos en Guatemala, empezamos a "sacar la panza". Comenzamos a ser quienes somos. Sin tapujos. Sin hipocresías. Masticamos chicle. Tiramos basura en el templo. Interrumpimos el servicio por levantarnos a responder el celular, platicamos con el vecino de silla, nos damos una pequeña siesta mientras el predicador habla y habla... Y, desde luego, nos sentamos hasta atrás para no ser vistos. Como los estudiantes que no estudian, se sientan atrás para no ser preguntados por el maestro... ¡Claro! ya somos parte de la familia y hemos entrado en confianza... ¿Ve? Es exactamente como en la casa. Cuando ya tenemos confianza después de dos o tres visitas, aflojamos el protocolo...
 
¿Y el recién llegado que mira todo esto...? Se sorprende. Se asusta. Se decepciona. Bueno... acaba de llegar y cree que todos los "hermanos" que están congregados en ese templo tienen que ser santos. Perfectos. Incólumes. Pero cuando empieza a notar esas "faltas de respeto" juzga mal al Evangelio. Juzga mal a la Iglesia. Y se va a otra donde la gente sea más "santa"...Donde no haya hipócritas ni mentirosos ni falsos, ni chismosos, ni viciosos...¡Ups! ni homosexuales ni prostitutas... Donde no haya pastores adúlteros ni enamorados de las diaconisas, donde no insulten a su suegra y donde haya "santidad absoluta"...
 
¿Encontrará ese pedazo de Cielo en la tierra? ¡Lo dudo! Sencillamente porque todos en la congregación estamos en proceso de cambio. Unos van más adelante que otros. Unos van alcanzado ciertos niveles mientras que otros van empezando. En toda familia hay de todo. El calladito. El gritón. El presumido. El extrovertido. El parlanchín. El enamorado hasta de la sirvienta. El comilón. La dietética. La bulímica y la obesa. La hermana que prestó la falta y no la devuelve. El hermano que usa el peine y no lo deja en su lugar. El que se lava los dientes y deja la pasta sin tapar. El que se come la comida de los demás y qué le importa. El que no aporta para pagar la casa pero exige su lugar. El que presta dinero y nunca lo paga... La Iglesia es una familia mis queridos. Y hay de todo. De todo... aunque usted no lo crea...
 
No juzguemos el Evangelio por los evangélicos. No somos perfectos. Somos santificados por Jesús... pero aún no somos los santos que Él espera... Tenga paciencia hermano, tenga paciencia... usted debe estar en la lista anterior... ¿no cree?

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