ENCORVADA... (Luc. 13:11)

"y había allí una mujer que durante dieciocho años había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de ninguna manera se podía enderezar."
 
¿Se puede usted imaginar a esta mujer encorvada durante dieciocho años?
¿Dieciocho años sin poder ver más que sus pies...?
¿Dieciocho años sin poder darle un beso a sus hijos?
¿Dieciocho años sin poder ver los pajarillos de su jardín?
¿Dieciocho años sin poder levantar la vista para nada ni para nadie?
¿Dieciocho años sin poder ver las flores...?
Dieciocho años, son un buen tiempo, ¿no cree?
No era solo que estaba encorvada, era todo lo que se relacionaba con ese problema. No podía cocinar para su familia, no podía saludar a nadie de frente, no podía levantar la vista... siempre viendo el polvo del camino, siempre adivinando con quién estaba hablando pues quizá solo le veía los pies o el borde de su manto...
 
Y Jesús la sana. Endereza, con una sola palabra su cuerpo. Y un horizonte sin límites se abre para esta mujer. Vuelve a ver el cielo. Vuelve a ver a los ojos a la gente. Vuelve a ver los colores. Vuelve a ver la vida...
 
Algo que muchos de nosotros, que no estamos encorvados necesitamos...
 
Porque no es un secreto que muchos andamos encorvados pero no por un defecto óseo sino por un defecto del alma. Rencores, odios, ira reprimida, rechazos, miedos, baja autoestima y muchas cosas más. No levantamos la vista por miedo. No vemos a los ojos a los demás para que no lean lo que hay dentro de nosotros. No vemos a los otros porque nos sentimos mejor que ellos. No vemos al cielo porque no creemos que allí haya Alguien que nos ayude. No vemos los colores porque nuestro interior está oscuro. No vemos el futuro porque estamos muertos al presente...
 
¡Y eso que estamos erectos! No estamos encorvados del cuerpo pero sí del alma. Y nos robamos el privilegio de ver la sonrisa de un niño. De ver las lágrimas de nuestros hermanos y consolarlos. Nos robamos el privilegio de ver a Dios en un rayo de sol, en una gota de lluvia, en un apretón de manos de un amigo, de ver a nuestros hijos cuando crecen... de ver a nuestra pareja cuando duerme...
 
¿Cuántos de nosotros amanecemos cada día encorvados? ¡Quizá hoy, después de leer este artículo Jesús pueda enderezar su vida, enderezar su vereda, enderezar su corazón...!
 

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