...¿Y SI JAIRO SE HUBIERA IDO?
La impaciencia es el mal de este siglo.
Todo lo queremos ¡ya!
Vivimos en la época de lo desechable...
Vasos desechables. Platos y cubiertos desechables. Hijos desechables. Matrimonios desechables... Padres desechables. Dios desechable.
Duro pero cierto. Así es la vida que estamos viviendo. Si no lo cree, pregúntele a las madres que dejan tirados a los bebés en los parques. Aquí en El Salvador los dejan tirados en los buses, en los parques, en las calles y hasta en los basureros de los mercados.
Los mareros descuartizan a las muchachas como trapos viejos y desechables. Si usted lee las noticias quizá leyó la historia de las estudiantes de Apopa que fueron aserradas en cuatro partes por sus "amigos" que se cansaron de ellas. Las noticas van y vienen. Nuestro país se está convirtiendo en un lugar en donde la vida en realidad, como en México, no vale ya nada. A menos, claro está, que usted se convierta a Jesús y le haga Señor y Dios de su futuro... Mientras tengamos a Jesús en nuestras vidas hay esperanza. La esperanza, dice la Biblia, no avergüenza. La esperanza es lo que nos sostiene en tiempos de angustia...
¿Qué hubiera sucedido si Jairo se cansa de esperar a Jesús el día que lo fue a buscar para que sanara a su hija?
¿Qué hubiera perdido Jairo si, cuando le dicen que su hija murió pierde la esperanza en Jesús?
Muy sencillo... Hubiera sucedido lo que nos sucede a muchos de nosotros: Nos perdemos el privilegio de ver actuar al Maestro. Se hubiera perdido el gran privilegio de ver a su hija resucitar. Se hubiera perdido el momento hermoso de ver a su esposa recobrar la vida y los sueños que tenía para su pequeña. Hubiera perdido el honor de recibir el impacto de presenciar un milagro que afectaría su vida por siempre. Hubiera perdido el privilegio de conocer de primera mano lo que Jesús era y es capaz de hacer...
Si Jairo se hubiera ido aquella vez... se hubiera perdido el privilegio de salvar su matrimonio. Se hubiera perdido el privilegio de ver renacer a su hija. Si Jairo hubiera abortado su esperanza, hubiera dejado de disfrutar aquel dulce momento de ver a su hija comer en la mesa...
¿Y nosotros...? Cuántos de nosotros nos hemos perdido el privilegio de realizar nuestros sueños por haber perdido la fe? Nos perdemos el gusto de tener aquella amistad por creer lo que otros nos dicen. Nos perdemos el amor que otros quieren brindarnos, el calor de aquellos brazos que nos quisieron abrazar, el sonido delicioso de aquel beso en la mejilla que tanto deseábamos, el dulce palpitar de nuestro corazón al enamorarnos porque le tenemos miedo al amor. Cuántos se han perdido el privilegio de vivir con su pareja si tan solo hubieran luchado un poco más, si hubieran esperado un segundo más...
Quizá la historia de paciencia de Jairo nos sirva para empezar de nuevo. De hacer la llamada que están esperando. De hacer la visita que puede salvar la amistad. De enviar la carta que puede salvar el matrimonio. Si, como Jairo, esperamos a Jesús, Él puede salvar la casa de la hipoteca. Él puede ayudarte a terminar tu universidad. Él puede proveerte para tu graduación. O para el parto de tu bebé...
Por eso fue bueno que Jairo no se fuera... No te vayas tú. Espera a Jesús, Él ira, Él lo hará, Él quiere ayudarte...
PASTOR BERGES: GRACIAS POR LAS ENSEÑANZAS QUE NOS OFRECE, DIOS LE BENDIGA
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