TRES PROBLEMAS
Muchos de nosotros nos tenemos solo tres problemas. Tenemos muchos más. Hay quienes sienten que se ahogan en uno. Otros soportan más... Cada quien tiene un umbral diferente de soporte. Yo tengo el mío. Y no es muy ancho que digamos. A veces con uno que esté sufriendo siento que me ahogo. Como se dice, me ahogo en un vaso de agua. Por eso necesito la Ayuda del Señor. Necesito al Espíritu Santo para que me sostenga.
Gloria al Señor que no soy el único que ha vivido con esto. En la Biblia tengo personas que me sirven, unos de consuelo, otros de ejemplo y aún otros de apoyo. Así como salieron ellos saldré yo también. Ellos eran apóstoles del Cordero. Yo solo soy un pastor. Y ellos siendo apóstoles, privilegiados de andar con Dios encarnado, viendo sus maravillas y prodigios, no se salvaron de pasar por esas aguas amargas que son los problemas. Siempre acudieron al lugar correcto: Jesús. Y allí es donde entra el ejemplo: tengo que hacer lo mismo. Pero, como ellos, también tengo mis momentos en que trato de arreglarlos yo primero, y si no funciona lo mío, entonces busco a Jesús. Veamos:
Jesús está hablando Su Mensaje ante una multitud de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Eran muchos más entonces. Todos están embelesados con las palabras de Jesús (quién no, ¿verdad?), así que se les olvida que hay algo que el ser humano necesita: Pan. Sin pan no vivimos. El pan es vital para nuestras vidas. Por eso Jesús es el Pan, así con mayúsculas, el Pan de vida. Bueno, como les decía, los muchachos se dan cuenta que tienen tres problemas. Se reúnen y hacen una pequeña discusión de qué hacer para arreglar los problemas. Les dan vueltas y más vueltas pero no logran llegar a un arreglo... ¿Cuanto tiempo pasarían discutiendo el caso? No lo sé. Solo se que, cuando llevaron a Jesús los problemas, ya llevaban soluciones. Igualitos a usted y a mi. Primero buscamos soluciones propias. Como cancelar la deuda. Como y a qué banco ir a prestar. Llamamos a los primos a USA para que nos den una mano. Se nos enferma un hijo y primero lo llevamos al hospital o al sobador... Después, cuando nada de eso nos funciona, le llevamos los problemas al Señor... pero con soluciones también. Señor, me enamoré de la persona equivocada... ¿puedes arreglarlo, porfa? Señor, mi esposa me fue infiel... ¿puedes hablarle? Señor, mi padre me gritó... ¿puedes dejarlo mudo? Y así por el estilo...
Los discípulos se acercan a Jesús con tres problemas y tres soluciones:
Problema No. 1: Ubicación. El lugar es desierto. Problema No. 2: Tiempo. Ya era muy entrada la noche. Problema No. 3: Presupuesto. No hay más que doscientos denarios.
Soluciones: Dile a la gente que se vaya a ver qué consiguen por allí... ¿Por allí en el desierto? ¿Están locos? ¿Y de noche? ¿Están más locos aún? ¿Y sin dinero? ¡¡El colmo...!!
Y eso que estamos observando a los apóstoles, a los ungidos, a los escogidos...
Gloria al Señor que Jesús es Dios. Nos comprende. No nos hace caso a nuestras locuras. Sabe que somos polvo y que no podemos hacer nada bueno. Sabe que necesitamos seguir aprendiendo y aprendiendo y aprendiendo... Y también sabe que le amamos. Que no podemos vivir sin Él. Sabe que somos capaces de muchas cosas por Él...incluso sentirnos inútiles.
Por eso nos ama. Porque necesitamos de su Ayuda. Porque sin Él nada podemos hacer. Por eso dio su vida por nosotros. Por eso resucitó, para que donde Él está nosotros estemos también...
Maravilloso, ¿verdad?
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