LAS TORMENTAS

Eran expertos lobos de mar. Conocían cada lugar del lago. Iban confiados en su experiencia ya que por años han estado en esos lugares, es más habían nacido cerca de sus riberas. Así que, este viaje será uno más de los que han realizado por años... Jesús se ha retirado a un rincón a dormir una siesta. Ellos lo notan pero no le dan importancia al hecho que se duerma.  Seguramente van platicando y comentando los últimos hechos. Emocionados, recuerdan los portentos y milagros de que han sido testigos. Emoción y alegría es lo que reina en la barca...
 
Hasta que...
 
Se levanta una tormenta.
 
Se pierde el trabajo. El divorcio amenaza el matrimonio. La sirena de la ambulancia llega cerca de la cuadra donde usted vive. Los periódicos anuncian una nueva alza en los combustibles y su sueldo ya no alcanza para más. Lo llaman del colegio para que recoja a su hijito que se ha caído sin razón alguna y perdió el conocimiento. Los abogados del banco enviaron una nota con una orden de desalojo. Lo llaman del almacén para anunciarle un embargo de su refrigerador... El lunar que tiene en la espalda parece que es algo maligno. El médico frunce el ceño cuando ve una mancha negra en el negativo que le han tomado del pecho. Usted, por casualidad responde una llamada a su esposo en el celular y una voz femenina del otro lado le dice: ¿Amoooor...eres tú...? Y la barca empieza a hundirse bajo la tormenta. Todo da vueltas a su alrededor. Sus labios se resecan y el estómago se hunde, el piso bajo sus pies empieza a tambalearse... Llegó la tormenta y Jesús está dormido...
 
En Guatemala es fácil saber cuándo va a haber tormenta. La ciudad está en un valle rodeada por montañas, de manera que cuando va a llover las nubes negras detrás de las montañas nos avisan que hay que preparar los paraguas, hay que guardar la ropa colgada en los lazos del patio, cerrar ventanas y ponerse la chumpa o la capa. Pero en la vida de cada uno no hay montañas que nos avisen que vienen tormentas. Llegan si aviso. No nos damos cuenta a qué hora llegó pero lo hizo. Y la vida es amenazada con hundirse. Aunque somos expertos en caminar por las calles de nuestra existencia, aunque parece que no necesitamos ayuda de nadie y dejamos que Jesús se duerma en algún rincón de nuestra religión, cuando llegan las tormentas no sabemos qué hacer. Y sufrimos de pánico. La presión arterial sube. El colesterol hace su infame trabajo de obstruir las arterias, el corazón no logra bombear suficiente sangre y viene el terror... La tormenta ha tocado las puertas de nuestra tranquila existencia... Todo se tambalea y perdemos el control.
 
Mateo lo cuenta de una forma magistral. En el capítulo 8 en los versos 23 y 24 nos narra la odisea de los discípulos que iban en la barca con Jesús... pero iba durmiendo... Luchan por controlar lo incontrolable. Tratan de luchar como lo saben hacer para mantener la barca a flote pero esta tormenta no es como las que conocen. Esta clase de tormenta solo Jesús la puede calmar. Como todas las tormentas que nos llegan. Solo Jesús sabe la magnitud que llevan. Y solo Él tiene el poder para ordenar... ¡Cállate tormenta... cálmate!  Y luego, lo inverosímil... les pregunta: ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe? ¿Cómo que por qué tenemos miedo? ¿Acaso no ves el tamaño de las olas? ¿Acaso no sientes el abismo que se abre bajo la barca? ¿Acaso no nos ves desencajados porque no sabemos qué hacer...? serían las respuestas... Pero Jesús dice algo que no está en tinta... ¿Acaso no voy yo con ustedes en este viaje? ¿Por qué no creen cuando les digo que estaré con ustedes todos los días, aún en medio de las tormentas...?
 
Las tormentas no avisan cuándo llegarán. Será mejor mantener presente y actualizado el saber que Jesús va con nosotros en la barca. Ya lo sabe: a la primera salpicadura llame a Jesús. Él está allí...

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