LAS CRISIS...

Si no veo y meto mi mano en los agujeros de los clavos en sus manos, si no meto mi mano en su costado, yo no creeré que Jesús está vivo... Más o menos esas fueron las palabras de Tomás, el apóstol que no estaba cuando Jesús se aparece a alguno de ellos... Le habían contado que Jesús había resucitado. Era algo que rompía su monotonía de fe. Es cierto, Tomás había visto milagros. Había participado en muchos de ellos... pero eso a que un muerto bien muerto como Jesús que anda por allí vivito como si nada... hay mucha diferencia. Tomás está en crisis. Está confundido. Y su confusión lo hace ser pragmático. Directo. Malcriado a veces, pero franco. Frontal pues...
 
Las crisis de fe son necesarias para nuestro crecimiento. Son el martillo que nos moldea en el yunque donde se forma la fe. Las crisis son dolorosas, nos dejan sin familia, sin amigos y sin nadie más que nos comprenda y nos ayude.
 
¿Qué podían decirle los otros compañeros? ¿Qué palabras pueden ayudar a Tomás en ese momento de crisis? Todos le han dicho que Jesús está vivo, que resucitó, que lo vieron... Pero: ¿es eso suficiente para levantar la fe de Tomás? ¿Es suficiente escuchar que su amado Maestro volvió a la vida solo porque ellos lo dicen? ¡Palabras y solo palabras! No mis queridos compañeros apóstoles, no. Yo no puedo creer lo que ustedes me dicen, disculpen pero esto es demasiado para mi fe. Yo necesito algo más. Necesito tocarlo, meter mis dedos en la abertura que le hicieron en Su Costado, necesito meter mis dedos en los agujeros donde le metieron los clavos... Si es cierto que Él está vivo, tengo que verlo con mis propios ojos... no a través de sus ojos... Tengo que tocarlo, sentirlo con mis propios dedos. Perdonen que sea tan incrédulo en esta ocasión pero se trata de MI FE, no de la suya. Se trata de MI FUTURO, no del suyo... Se trata de MI CRISIS, no de la suya...
 
¡Ah! si fuéramos como Tomás. Si fuéramos como Tomás tendríamos la certeza de tener a un Jesús personal. Un Jesús a quien hemos conocido íntimamente. Un Jesús que no se ofende solo porque yo necesito conocerlo a través de mi propia experiencia y no por experiencias ajenas... Si nos atreviéramos a ser como Tomás, pragmáticos, directos y francos con Jesús, podríamos decirle lo mismo... Perdona, Jesús, me han hablado de Ti, me han dicho que haces multiplicar el sueldo, que haces que el dinero se estire... yo necesito ya no oírlo, necesito verlo en mi propia vida. Necesito ver con mis propios ojos cómo haces que un poco de dinero que es todo lo que gano al mes, alcance para todos los gastos, necesito ver con mis propios ojos lo que Tú puedes hacer con un poco de comida en la refri, necesito ver cómo haces para cancelar la renta de mi casa y todo lo demás...
 
Si fuéramos como Tomás, podríamos decirle a Jesús: Me han contado que tú puedes arreglar asuntos matrimoniales. Que puedes sanar heridas del alma. Que puedes arreglar a un hijo rebelde. Que sabes como evitar un divorcio, que sabes cómo hacer que un poco de harina se convierta en la comida de un mes... Necesito verte en persona, Jesús. En esta crisis de fe ya no creo en las palabras del pastor. En esta crisis de fe ya no son suficientes las palabras de otros... No puedo vivir de testimonios ajenos, no, Jesús, tengo que tener mi propio testimonio, mi propia experiencia, mi propio "toque" de tus heridas...
 
Disculpa Jesús, pero Tú me hiciste así, como a Tomás... Y como él, tengo que tocarte para poder caminar el resto de los días que me quedan en esta tierra... Esta crisis no se quita con palabras... se quita, Jesús, con experimentar mi propio toque de Tu Presencia. Entonces ya no habrá nada que me haga dudar cuando venga la siguiente crisis, porque sabré que Tú si estás Vivo y podré caminar en donde me toque, sabiendo que estás a mi lado... Perdona, pero esta crisis necesita este nivel de experiencia...

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