RAHAB... (Usted y yo)

Muchas veces nosotros los cristianos no nos valoramos como personas importantes...
Estamos mal enseñados a saber que somos no solo hijos de Dios, comprados con el precio tan elevado como fue la Sangre de Cristo, sino también que hemos recibido el espíritu de adopción a través de ese Sacrificio.
Claro, es cierto que no debemos tener un concepto más elevado de nosotros mismos, como dice Pablo, pero tampoco sentirnos inútiles. Dios no buscó inútiles, buscó pecadores para santificarlos, para hacer de ellos personas grandes, sabios, santos... personas que sepan decir no al pecado y sí a la santidad. Personas que sepan moverse entre el fango del pecado del mundo sin manchar sus corazones aunque ensucien sus pies. Personas que sepan comportarse ante la sociedad, hombres y mujeres que conozcan su verdadera identidad en Cristo, gentes que sepan estar arriba tanto como abajo...
Dios buscó gentes en quien confiar. Gentes que no lo avergüencen ante sus enemigos, los espíritus demoníacos que buscan como reírse de Él y de sus hijos... Dios busca personas de barro que cambien sus paradigmas, que sirvan como ejemplos del Poder transformador de Su Palabra. Gentes que antes de conocerlo a Él a través de Jesucristo no eran nada pero que ahora se han convertido en personas que han cambiado y, por consecuencia, que pueden cambiar su entorno, su familia y las vidas de aquellos que se cruzan en sus caminos...
Eso fue lo que le pasó a una ramera que vivía en Jericó. Era una mujer en el más bajo escalón de la sociedad de su tiempo. Era carne de cañón como se dice en el ejército. Socialmente no valía nada. Era utilizada por los honorables de aquellos tiempos para satisfacer sus apetitos carnales. Lo que sus esposas no les permitían hacer en sus camas, ella les cobraba para permitir que satisficieran sus bajas pasiones. Rahab era la menos indicada para entrar en los planes de Dios. ¿Cómo un Dios tres veces Santo puede permitir que sus espías entren a la casa contaminada por el pecado para llevar a cabo sus planes? No nos podemos explicar eso... pero sucedió. Los hombres que fueron enviados a espiar los puntos débiles de Jericó para preparar la estrategia de Josué, entraron a ese burdel a buscar información y protección. Y ¿sabe qué? encontraron lo que buscaban. Rahab fue la valiente que los escondió de sus autoridades, les dio la información que necesitaban y los guió en su camino para que no fueran apresados... A cambio, negoció con ellos la salvación de su vida, la de sus padres y familiares. Como buena comerciante del sexo, ella les dijo que nada es gratis. ¿Querían información? Tiene su precio. ¿Quieren salvarse? Paguen por ello. ¿Quieren salir ilesos de Jericó? ¡Denme algo a cambio! Y lo logró. Hizo el trato correcto. Ella les dio información y ellos le dieron un manto rojo como pasaporte a la seguridad...Ni bien salieron los espías, ella colgó el paño rojo que era la señal para la futura toma de Jericó y sus habitantes...
En el momento de la ocupación israelita sobre Jericó, todos buscaron la ventana en donde estaba la señal roja que salvaría esa casa y nadie la tocó. Estaba protegida. Y Rahab consiguió salvar a su familia y su propia vida...
Pero hay algo más: Un príncipe de la tribu de Judá, llamado Salmón se enamoró de ella. Y se casaron.  Ella le dio un hijo que se llamó Booz. Booz se casó con Ruth y nació Obed. Obed engendró a Isaí. Isaí engendró a David el que llegó a ser el padre genealógico de Jesús...
¿Qué le parece? De prostituta a princesa... ¡Quién iba a creer, ¿verdad?! Solo Dios puede hacer esas cosas. Lo mismo está haciendo con nosotros: De plebeyos a reyes y sacerdotes. ¡Nada mal! ¿cierto?
 
 

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