UN SOLO CORAZÓN... (Mat. 28:1)

 

Varias mujeres están viendo lo que debieran haber visto varios hombres. Pero, para vergüenza de los religiosos, fueron mujeres las que se quedaron al pie de la cruz. Me quito el sombrero ante tales mujeres. Mujeres de pasión. Definidas. Mi más profundo respeto para aquellas que permanecen cuando muchos otros se han ido. Para aquellas que no importando las circunstancias, han guardado su voto de fidelidad al esposo, a los hijos, al pastor…

Y eso es lo que vemos al pie de la cruz: mujeres fieles. Fieles hasta el último momento.

Pero aún hay más: Juan 20:1 nos dice que "siendo aún oscuro", María, una de las dos que estaban despidiendo a su Maestro al pie de la cruz, salió y se dirigió al huerto donde habían enterrado a su Señor, para ungirlo. "Siendo aún oscuro…"

Oscuro por la negación de Pedro. Oscuro por el abandono de sus amigos. Oscuro por el tormento recibido en el patio de Herodes. Oscuro por la corona de espinas…Oscuro por el abandono del Padre… Desde el último viernes el cielo permanece oscuro… Pero hoy es el día de la resurrección. Y entonces, Mateo, quien debió haber estado pero no estuvo, nos relata lo que hicieron sus hermanas.

"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro" ¿A qué iban al sepulcro? Nada más y nada menos que a dar. No esperaban nada a cambio. Habían recibido tanto mientras el Señor estuvo con ellas, que llegó el momento de dar. No solamente dar algo, sino darse ellas mismas. Por eso no importa la distancia, ni el clima ni el día. Lo importante es llevarle algo a ese cadáver que ya está frío por el espectro de la muerte. Ellas no esperan nada a cambio. Ellas, repito, no van a recibir algo. Van a dar. Si el hombre que más amaban ya murió, no tiene nada que darles. Por eso no van esperando nada. Solo a ungir su cuerpo frío e inerte… Solo a eso. Punto.

Hay momentos en los cuales a nosotros también se nos pide lo mismo. Habrá veces que seremos llamados a dar dinero a alguien que nunca nos dará las gracias, a perdonar a aquellos que no nos perdonarán. A permanecer hasta tarde cuando nadie más lo haga. El deber del discipulado es el servicio.

Eso es lo que la mayoría de cristianos no entiende. Van a la congregación a ser servidos, no a servir. Van a ser saludados no a humillarse. Esperan ser los homenajeados en lugar de homenajear a Jesús. Lo mismo aplica a muchos ministros. Es más, si ministro significa servidor, ¿a qué esperar que le sirvan? Un servidor es eso. No busquemos retóricas ni adornos teológicos. En eso no hemos avanzado mucho.

Por eso estas mujeres nos dan una cátedra importantísima del servicio. Ellas van sabiendo que su Maestro yace en una tumba prestada y hay que cumplir el deber judío de ungir su cuerpo. Y van presurosas a cumplir el mandato de su corazón.

Pero algo sucede y usted puede leerlo en el capítulo veintiocho de Mateo. Cuando llegan, un ángel quita la piedra del sepulcro. ¿Para qué? ¿Para que salga Jesús? ¿Se imagina a Jesús gritando: "alguien que me escuche, abran la tumba?" No. Imposible. El ángel no está allí por Jesús. Jesús no necesitaba la ayuda de nadie para romper el sello romano. Es más, hace horas que ya no está allí. Entonces, ¿para qué quito la piedra? Sencillamente para que ellas vieran que la tumba estaba vacía.

Y eso fue lo que se perdieron los hombres. Igual que hoy. Se pierden las visiones de Dios. Se pierden la revelación de Dios. Se pierden el privilegio de servir a Dios.  Los antiguos judíos oraban: "Dios, gracias porque no me hiciste mujer…" y se perdieron el gran privilegio de dar a luz al Mesías… ¡Ah! Y de verlo resucitado…

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