EL HERMANO JUAN (Ecles. 9:7)

 

¡Pobre el hermano Juan…!

Le engañaron los que lo evangelizaron y le hicieron creer que todo lo que hay en el mundo es del diablo. Le robaron la oportunidad de disfrutar las cosas buenas que la vida ofrece por no haber leído este verso…

Desde que se "convirtió al Señor", le ordenaron que se cortara el pelo a tal altura del cuello, que se pusiera cierto tipo de camisa y de color blanco. Ah, y de manga larga. Sus pantalones debían ser solo negros, cuidadito con ponerse de otro color porque esos los hizo el diablo también…

Le dijeron que no se anduviera riendo por allí, porque la risa no es de Dios, que Jesús nunca se rió,  por lo tanto, debía andar con la cara triste, como el Maestro de Galilea. Le dijeron que era pecado oír un buen tango, que era pecado leer un buen libro a menos que fuera la Biblia y con eso, que tenía que ser de tal versión, las demás no sirven…

Le dijeron sus maestros que la televisión es el cajón del diablo, por lo tanto, todo lo que sale allí no es de Dios, excepto su pastor porque él si predica la Palabra de Dios, los demás son satánicos…

Al hermano Juan le enseñaron que no hay que comer nada delicioso. Que una sabrosa langosta al ajillo es repugnante. Que las hamburguesas son pecado porque es pecado matar vacas para comer. Que se contente con frijoles y arroz.

Al hermanito Juan le prohibieron que tuviera amigos, de esos buenos, porque si no son como él, son del diablo.

Le dijeron que es pecado reírse de un buen chiste…Que no oiga a Facundo Cabral…

Que la música de Mozart la compuso para Satanás…

Que no se atreva a leer un buen poema porque eso ofende al Señor…Ni aunque sea de Neruda…Le dijeron que Yani y su concierto en la Acrópolis  es para público del Diablo…

¡Ah! Y que ni se atreva a escuchar el Aria de Yani. Que las papas fritas de Mc Donalds están embrujadas.

Al hermanito Juan le enseñaron que nunca debe disfrutar de  un cuadro de Van Gog porque él era de otra religión… Que el crémme brullet es para mundanos…

Que tomarse un buen café con un tiramisú no es de Dios. El hermanito Juan  fue un asiduo miembro de iglesia. Se sometió a los reglamentos y exigencias de su religión –su mayor deseo en la vida era agradar a Dios–. Trabajó incansablemente para cumplir las leyes que le impusieron…

El hermano Juan murió… En su última jornada, los amigos, parientes y curiosos caminaron discretamente por la arboleda del cementerio. Se despidieron de un hombre que no logró vivir, porque  tendría que haber aprendido que para vivir, basta con transformar cada comida en un ágape, cada apretón de manos en una alianza y cada abrazo en una declaración de amor.
El hermanito Juan tendría que haber aprendido que para vivir, basta dejarse conducir por un viento distraído, rumbo al horizonte inalcanzable. Ya que a Dios le gustan los prados salvajes y los bosques sin cercas, vivir es arriesgarse. Dios sabe diseñar el arco iris con las gotas del riachuelo que caen al precipicio. Por lo tanto, sólo vive quien no teme desvanecerse.
El hermano Juan  tendría que haber aprendido que para vivir, basta disfrutar del vino, el dulce de leche, las champurradas, una buena pizza y  la película romántica, el deporte, la media hora de sueño extra del feriado, el caldo de res y la caricia en la cabeza, el beso, el viaje de vacaciones con dos días extras para descansar del descanso.
El hermanito Juan tendría que haber aprendido que para vivir, basta con llamar a Dios  "Padre…"
 

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