DOS JARDINES
Gen 2:8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado.
Lucas 22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
El hombre del huerto está completo. No tiene de qué preocuparse. Le han hecho una dama para que lo acompañe en su comunión con su Dios. Está totalmente equipado para vivir eternamente en aquel huerto que Dios hizo para ellos
El hombre del huerto vive feliz. Tiene todo lo que necesita y más
El hombre del huerto no tiene necesidad de algo: De pedir perdón. Por la sola razón que el pecado no existe en su vida. Vive inmaculadamente. Ningún pensamiento deshonesto cruza por su mente. Nada empaña sus ojos prístinos y limpios. Nada ensucia sus labios. Sus manos jamás han tocado nada impuro. Su corazón no ha abrigado nada que lo aleje de su Dios.
Pero el hombre del huerto cae en pecado. Le falla a Dios y se esconde. En el mismo huerto. Trata de inculparlo por el pecado que ha cometido. Lo culpa por la dama que le dio. Ella fue su perdición y Dios tuvo la culpa. Se cubre de auto justificación y lacera el corazón de Dios. Lo humilla y lo insulta. En lugar de pedir perdón se cubre con hojas de la tierra. Y como consecuencia, pierde el huerto. Y, al perderlo, nos hizo perder la vida.
El hombre del monte no tiene nada. Le falta todo. En lugar de perfumes tiene sudor. En lugar de dama tiene enemigos. En lugar de piedras preciosas tiene espinas. En lugar de amor tiene llagada su espalda. En lugar de comunión tiene odio
El hombre del monte tampoco ha pecado. Pero a diferencia del primero, cuando le pegaron en una mejilla puso la otra. Cuando lo insultaron no respondió. Cuando lo ultrajaron perdonó. No culpó a Dios por sus problemas. En lugar de auto justificarse justificó. En lugar de cubrirse pidió cobertura.
El hombre del monte no tiene necesidad de perdón porque no ha hecho nada que lo amerite, sin embargo, hasta aquí llegan las similitudes porque
El hombre del monte pide valor. Pide fuerzas para soportar la hora suprema. El no se esconde, al contrario, se muestra en toda su humanidad, humanidad necesitada, llora, gime, suda gotas como de sangre y clama. Clama por misericordia. Pero no para El, sino para nosotros. Para los que aún no habíamos nacido y escucharíamos su historia.
El hombre del monte sufrió el oprobio. Se humilló hasta lo sumo. Ganó el monte para que nosotros ganáramos la vida
Dos hombres: Adán y Jesús. El huerto del Edén donde se pierde la batalla. Donde no se pide perdón. Donde no se reconoce pecado. Donde no se humilla el corazón
El monte de los Olivos donde se pierde el orgullo, el "yo", donde se confrontan las más amargas verdades de nuestra alma. El monte de los Olivos, donde se suda como gotas de sangre por nuestra debilidad, por nuestra angustia, por nuestro pasado. Es en el monte de los Olivos donde vemos en toda su magnitud nuestra miseria interna. Es en ese monte donde esperamos la Misericordia y el Amor hecho Verdad. No es en el Edén donde podremos encontrarnos con nosotros mismos. Es en el de los Olivos donde podemos exclamar como Jesús: "pasa de mí esta copa, por amor de tu Nombre
"
¿En qué lugar está usted? ¿En el huerto de la auto justificación y de la derrota, ó en el monte de la Verdad y la victoria?
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