...y la sepulté allí... (Gén. 48:7)

Jacob va camino a su tierra prometida. Raquel está embarazada. Pero en su embarazo hay amenaza de muerte. Y, en el camino a Belén, Raquel da a luz... y muere. Ya no pudo llegar a Belén. Se durmió a medio camino. Jacob tiene que continuar. No hay tiempo para detenerse, así sea la mujer amada la que esté tendida fría como el mármol. Hay que seguir caminando. Le espera la Tierra Prometida a sus ancestros. Y él sabe que fuera de esa Tierra él no tiene vida. Así que hay que hacerle un nudo al corazón, enterrar a su querida Raquel, ponerle, como señal de donde quedó su tumba una pila de piedras, para no olvidar nunca que, pase lo que pase, muera quien muera... tenemos que seguir. 
 
Y hoy morirá un año más. Cuando las campanas de los relojes suenen a la media noche, a nuestro medio camino a la Tierra Prometida, otro año morirá. Morirán también recuerdos que laceraron  nuestro corazón. Morirán amores que no se consumaron. Morirán dolores que dejaron cicatrices en nuestra alma. Morirán recuerdos de personas que amamos y que nos abandonaron a saber por qué. Morirán planes que no logramos llevar a cabo. Morirán compromisos que hicimos y no cumplimos...
 
Hay que enterrarlos. No importa cuánto duela. No importa cuánto lloremos. No importa cuánto les hayamos amado... hay que continuar nuestra marcha. Allá adelante, quizás en febrero, abril o junio del próximo año habrá compromisos que podremos cumplir en recuerdo de los que dejamos enterrados en el camino que ya transitamos.
 
Tenemos que seguir. No podemos detenernos aunque el dolor sea inmenso. Aunque las lágrimas inunden nuestro rostro, aunque la sonrisa se apague esta noche, aunque nuestros pies estén cansados... debemos seguir. Cuando uno se detiene mucho tiempo se empieza a oxidar. Se oxida el alma y deja de sentir. Se oxida el corazón y deja de amar. Se oxida la esperanza y se deja de creer...
 
No podemos detenernos a llorar a nuestros recuerdos muertos. Si no logramos llegar a las metas de este camino que ya pasó, debemos proyectarnos al nuevo. Pero sigamos. Sigamos soñando con el futuro que está a pocas horas. Sigamos creyendo que aún hay gente honesta. Sigamos creyendo que todavía quedan hijos que ver crecer. Personas que estarán a nuestro lado y que ahora no vemos porque están ocultas por las brumas del futuro... pero allí están, esperando que lleguemos a su vértice...
 
Pero para eso debemos continuar. Debemos sepultar, aunque nos duela, esos recuerdos que alegraron nuestros días pasado. Aquellos momentos que fueron tan felices. Aquellos instantes en que sentimos que el mundo era solo nuestro. Que el amor nos llenaba el corazón. Que no hubo tormentas tan fuertes que nos alejaran del gozo que estábamos viviendo en esos momentos... Como pudo haber sido con Jacob y Raquel. Pero, a medio camino se le murió. Y tuvo que enterrarla allí mismo. Y tuvo que seguir su camino. Había una meta que cumplir. Había un sitio qué visitar. Había un padre que enterrar. Había un hermano que abrazar. Y, para cumplir su futuro... debía continuar y dejar a su muerta a medio camino.
 
Eso es lo que debemos hacer hoy. Sepultar lo pasado, levantar la vista hacia el dos mil once y esperar mejores horizontes, mejores planes, mejores momentos... Porque Dios lo ha prometido y Él lo cumplirá. Sigamos entonces, al encuentro de Sus Planes que son de bien y no de mal... para darnos un futuro y una esperanza. Eso dice Su Palabra y yo lo creo, por eso se lo comparto.

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