SOLO DEJEMOS QUE CREZCAN...
Pareciera que somos solos seres existentes por sí mismos. Pareciera que no afectamos nuestro entorno y que lo que se mueve a nuestro alrededor no sufre las consecuencias de nuestra presencia. O somos bendición o somos maldición. Por lo menos eso fue lo que le dijo Dios a su amigo Abram: Serás bendición. Y si usted ha nacido de nuevo por el Sacrificio de Jesús, usted ha pasado a ser heredero de Abraham (ahora sí con h), por lo tanto, usted será de bendición... siempre y cuando usted lo sepa y lo acepte. Si rechaza tal promesa no hay problema... usted será de maldición. Usted sabrá. ¿No le parece?
La Biblia dice que en nosotros obra un poder. "Según el poder que obra en vosotros" dijo Pablo. Y yo lo creo. Ese poder que bulle dentro de nosotros tiene tres puertas de salida: los ojos. La boca. Y las manos. Los ojos pueden enviar miradas de gozo o de envidia. La boca puede dar vida o muerte. Las manos pueden bendecir o maldecir. Si usted lee la Palabra de Dios todos los días, encontrará todos estos detalles a traves de sus páginas. Como escribo para cristianos creo que no tengo por qué poner tantas citas bíblicas. Usted las conocerá de sobra.
Pues bien... El caso es que muchas veces nosotros mismos estorbamos el crecimiento de las personas que están a nuestro lado. Las esposas retardan el crecimiento espiritual de sus esposos cuando expresan palabras de dudas. Cuando hablan palabras necias y dicen que "ese Satanás" no se ha convertido al Señor. O que tal los esposos que repiten hasta el cansancio que sus esposas no sirven para nada más que para la cama. O que sus hijos salieron igual a su "nana" que no sirve para nada... o cuando la mamá le dice a sus hijos que son macetas y que del corredor no pasarán.
Y es que ignoramos que hemos venido a este mundo para mejorar a las personas que se cruzan en nuestro camino. No somos islas, somos gregarios y hemos de cumplir una Agenda Divina que no tiene nada que ver con nuestros deseos personales y egoístas. El fin de nuestra vida no es irnos al cielo. El fin de nuestra existencia es cómo mejoramos este mundo mientras vivimos en él. Es bien sabido que la mayoría de personas que no conocen su misión para la que nacieron dejan este mundo peor de como lo encontraron. Por eso tiran basura en las calles. Por eso llenan de humo de cigarrillo los restaurantes. Por eso la pornografía. Por eso el sexo indiscriminado. Por eso los vicios... Y muchas cosas más, incluyendo las personas que gravitan a su alrededor.
¿Y nosotros, los hijos de Dios? ¿Qué estamos haciendo para mejorar la vida de nuestros vecinos? ¿La vida de nuestros compañeros de trabajo? ¿La vida de nuestros hermanos en la congregación? ¿Creíamos que vinimos a vivir nuestra vida como se nos antoje? No fue eso lo que nos dejó enseñado el Maestro. Cuando piensas que alguien no puede cambiar, no cambiará, porque lo estás limitando. Tú tienes este poder.
¿Hay alguna persona en tu vida que crees que nunca cambiará? Hazle un favor el día de hoy: imagina que puede hacerlo. No digas nada. No pienses nada. Sólo deja al Encargado de cambiarlo que lo haga... tú verás resultados que no imaginabas.
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