¿PÉRDIDA O GANANCIA?

 Nada es nuestro realmente: las cosas son un préstamo para que nosotros podamos hacer el trabajo espiritual de transformar nuestra naturaleza. Para ayudarnos a aprender lo que vinimos a aprender, los eventos de la vida pueden dar un giro, las cosas pueden cambiar y desaparecer en 60 segundos. Amanecimos con el alma en el cielo porque tenemos todo lo necesario. Estamos felices y sonrientes porque nos aman, nos acpetan y todo el mundo está a nuestro lado... Pero de pronto todo se vuelve contra nosotros. Cometemos un error y nuestra pareja quiere divorciarse, nuestra hija quiere irse de casa, el jefe nos quiere despedir porque no rendimos lo que él espera, en la Iglesia nos levantan un chisme que está a punto de costarnos el ministerio... Todo cambia de repente. Todo lo que tenemos está en peligro de desaparecer. Y, lo que es bastante peor: a veces desaparece.
Y la pregunta del millón es... ¿por qué?
Por una sencilla razón: Nada es nuestro. Recuerda que el propósito de la vida es crecer, no adquirir cosas y aferrarse a ellas. Si has perdido algo recientemente, pregúntate: “¿He mejorado a partir de esa pérdida?”. Si es así, entonces, ¿fue una pérdida o una ganancia?
Lo que sucede es que para nuestros deseos egoístas no es agradable que nos quiten cosas. Especialmente las que nos llenan de satisfacción. Y, lea bien, puse "cosas". Esas cosas pueden ser cualquier cosa que creamos nuestra. Y, dolorosamente muchos hombres o mujeres tratan mal a su pareja. A su esposa la insultan, la golpean porque creen que es una "cosa" que le pertenece como su ropa, sus zapatos y otras cosas. Y, cuando esa "cosa" cobra vida, cuando decide emanciparse, cuando Jesús le da la orden de salir de la vida y del círculo de aquel que la cree una cosa y no una persona, el mundo de esa persona egoísta se derrumba y es cuando le reclama a Dios ¿por qué?
Si somos sabios y entendidos, veremos que esa pérdida es buena. Buena para enseñarnos que nadie es cosa. Somos seres humanos dignos de respeto y dignidad, valga la redundancia.
Y ya no digamos las verdaderas cosas con que llenamos nuestra vida. Dios permite que se vayan de nuestras manos con un propósito: enseñarnos a tener y a no tener.
Mientras más rápido entendamos este principio más rápido creceremos. Más pronto seremos libres de acumular cosas materiales en donde creeremos que está la felicidad.
Solo teniendo a Cristo en nuestro corazón y en nuetra vida diaria seremos realmente libres y felices.
Piénselo.

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