¿EN QUIEN ESPERAS?

Sólo te pido que te acuerdes de mí (Gén. 40:14)
Dos hombres dijeron esto en la Biblia. Los dos estaban en aflicción. Estaban pasando momentos difíciles y angustiantes. Uno estaba en la cárcel. Era inocente de los cargos que le imputaban.  Hablo de José, el hijo de Jacob, al que vendieron sus hermanos.  A veces la vida nos juega pasadas dolorosas. Y el sistema funciona así: Mientras se averigua si es cierto la acusación... hay que guardarlos en un lugar seguro. Y qué lugar más seguro que la cárcel. Eso le sucedió a José. Usted puede leer todo el capítulo cuarenta de Génesis para enterarse.
Lo que me interesa señalar es el error que cometió nuestro héroe. Porque usted debe saber que los héroes  tienen defectos. Como Superman y la kriptonita. O Aquiles y su talón. La diferencia es que los héroes bíblicos no son mitos. Son líderes humanos, como nosotros. Y como tales, somos inclinados a pedir favores a quienes menos debemos. Pero se nos olvida que los hombres fallamos cuando estamos en aflicción. Acudimos a quienes creemos que tienen la capacidad de darnos una mano. Y, muchas veces, cuando no compredemos las lecciones de Dios, criticamos, murmuramos y hasta abandonamos a aquellos que no nos ayudaron cuando lo pedimos. Porque ellos, al igual que nosotros, no somos dioses. No somos todopoderosos ni mucho menos... Pero José le pide al copero que cuando salga libre, le hable al Faraón a favor suyo. Que le haga el favor de interceder por él para que lo liberen...
Pero... sucede lo lógico: el copero, una vez una vez libre se olvida de su interpretador de sueños... Y colorín colorado... Se necesitaron dos años más para que José fuera liberado por el Único que nunca nos olvida...
El otro hombre es uno de los compañeros de Jesús en el Monte Gólgota. No sabemos su nombre. Uno a cada lado de Jesús están sufriendo el mismo dolor, los mismos clavos y el mismo sol. Uno se burla y escarmienta a Jesús. El otro solo observa. Y observa al que está en medio, a Jesús que muestra una paz inexplicable en aquellas circunstancias. No se queja. No maldice. No habla...
Y es cuando dice las mismas palabras que siglos antes expresó el preso José: Acuérdate de mi...
La enorme diferencia es que José se apoyó en un hombre común y corriente... y le falló.
El crucificado se apoyó en Dios. Y Dios le prometió que ese mismo día estaría con Él en el Paraíso...
¡Enorme diferencia! ¿No es cierto? Entonces... ¿En quien espera usted...?

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