Eliab, Abinadab, Sama y... David
En el primer libro de Samuel, en el capítulo 16 se lee la interesante historia del ungimiento del próximo rey de Israel a causa del pecado de Saúl. Son los albores de las dinastías israelitas que gobernarían durante varios años esa nación.
Samuel, primer profeta, juez y sacerdote de Israel ha estado lamentando la conducta de su muy querido rey Saúl. Pero el Señor le ordena que deje de llorar, que tome su cuenco de aceite especial y que vaya a la casa de Isaí pues allí está el sucesor del trono. Lógicamente, Samuel, como todo buen hombre de barro, lleva en su mente la imagen del grandote Saúl y cree que así será el mandatario que Dios ha escogido... Pero se lleva una buena sorpresa.
Isaí, como buen papá, quiere que sus pichones sean reyes. Especialmente los grandotes, guapos y elegantes. Según Isaí, sus tres primeros hijos tienen carisma, valor y varias cualidades que los hacen buenos candidatos a ocupar el trono... Empiezan a pasar uno por uno. Primero el valiente guerrero Eliab. Claro, era tan alto que Samuel piensa inmediatamente que es ese el hombre que Dios a escogido. Pero se lleva un buen susto cuando el Señor le dice que no es él. No mires su tamaño, le dijo, porque Yo sé lo que tiene dentro de ese tamañote... No lo unjas. Y así pasan todos. A cual más elocuentes. Cultos. Musculosos. Perfil griego. Una lindura, como se dice...
Pero el Señor no se deja impresionar por lo que ellos presentan.
No, Samuel... a Mi no me impresionan por su estatura. Pueden ser altos pero no son grandes. No me impresionan sus títulos ni el tamaño de sus edificios. A mí no me asustan con sus grandiosas congregaciones. ¿Qué son ellos comparados conmigo que tengo miríadas de ángeles a mi servicio? No Samuel. No desperdicies aceite en ninguno de ellos. Yo sé por qué te lo digo. Más adelante lo sabrás tú también. Yo no he escogido a ninguno que se llame grande, guapo, culto, licenciado, maestro ni doctor. Sus títulos me hacen los mandados, no me impresionan. Tampoco el hecho que tengan sus canales de TV ni sus radios ni sus periódicos en donde hablan y hablan solo de ellos pero nunca de Mi...
Quizás a ellos los han escogido los hombres de la tierra porque los ven hermosos y elocuentes. Pero yo no los he escogido. Ellos se metieron. Y se metieron para construir sus propios imperios pero no mi Reino. Yo no llamo a hombres que se insultan unos a otros. Que se autonombran ungidos sin que yo lo haya hecho. Yo no llamo mercaderes que se aprovechan de Mi Nombre para llenarse de dinero o de mujeres. No Samuel, no unjas a ninguno de esos hombres que te impresionan por su estatura y sus peinados bien envaselinados... Yo te diré a quien he escogido...
Todo esto escuchó el profeta Samuel en su corazón mientras iban pasando uno por uno. Y Dios no se equivoca. Si Él dijo que en la casa de Isaí estaba el próximo rey, tenía que estar. Así que le pregunta a Isaí si todavía queda uno que no haya sido presentado.
Y aparece el pequeño. El más chiquito. El ignorado. El que no estudió en ningún colegio teológico. El que cuida las ovejas de su padre. El que pierde el tiempo tocando la lira y componiendo canciones. El que se pasa el tiempo observando al Cielo. El apestoso a ovejas y no a Carolina Herrera. El que se mantiene despeinado a causa del viento del desierto. El que vive y come entre animales... Llegó el que nadie aplaude, escucha ni ve en la televisión. El que nadie toma en cuenta, tanto que no lo habían invitado al banquete...
Y... ¡agárrese...! Bueno, usted ya sabe la historia porque hasta los niños de la sala cuna la conocen... Ese pequeño fue precisamente a quien Dios escogió. Era chiquito... pero con un corazón grandote.
¿Que le parecen los planes de Dios? No todo lo que brilla es oro, decía mi abuelita.
Gracias por las lineas en este articulo son de gran bendicion para nuestras vidas.
ResponderEliminarCreo que la unción de Dios no es del que quiere o corre pra obtenerla, sino de aquel al cual Dios es su santa voluntad darla.
Dios lo bendiga pastor , ya que usted tiene esa unción que le fue dada de lo alto y es de poder trasmitir y orientar en la palabra de Dios.
Cuide con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo el tesoro que se le fue dado.
Dios le bendiga
Alvaro Batlle