EL CRECIMIENTO

¡Mama, ya crecí un poco más...! es la expresión de los niños cuando están en época de crecimiento. Quisieran ser grandes de la noche a la mañana y, en cuanto pueden, miden su crecimiento constantemente para poder tener acceso a muchas cosas que solo los adultos pueden manejar... Ellos quieren ser grandes. Y, ¡oh! paradoja: los grandes quieren ser pequeños...

Y los padres se desesperan al ver que algunos de sus chiquitines no crecen. Les dan vitaminas, les ponen a hacer deportes y muchas cosas más para que alcancen rápido el crecimiento adecuado para que puedan valerse solos... Pero eso es imposible. El crecimiento tiene su tiempo. Y, muchas veces es más lento de lo que nos gusta. Así son las cosas...

Y es lo mismo para la vida espiritual. Los cristianos nos enojamos con aquellos que aparentemente no están creciendo al ritmo que quisiéramos. Nuestro deseo es que después de unos cuantos mensajes dominicales dichas personas demuestren cambios radicales. Y, al no lograrlo, según nuestros estándares, les tildamos de carnales, mundanos, impíos y muchos adjetivos más. Sin embargo, el Padre Perfecto está esperando el tiempo en que deben dar el crecimiento esperado. No así nosotros.

Por eso es importante conocer el ritmo del crecimiento natural. Primero los huesos. Luego los músculos. Después los tendones. Es un ritmo uniforme. A menos que la criatura esté enferma le crecerá la cabeza desproporcionadamente al resto del cuerpo. Pero eso será indicativo que algo anda mal. Lo normal es que su crecimiento sea integral.

Y eso es lo que debemos comprender con los hermanos que aparentemente no están creciendo conforme nuestros paradigmas. Debemos dejar que el Espíritu Santo les vaya dando el alimento espiritual necesario para que den la estatura adecuada en su momento adecuado. ¿Qué lograremos con esto? Primero: no juzgar. Nosotros tampoco dimos la talla cuando otros esperaban eso de  nosotros. Segundo: ¿Qué nos importa? Aunque parezca molesto leerlo pero no es asunto nuestro si otro hermano o una hermana no crece al ritmo que nosotros les imponemos. Tercero: Leamos la Palabra. En ella se nos enseña que: Apolo sembró, Pablo regó... pero Jesús es el que da el crecimiento. Si te están juzgando por tu lento desarrollo, no te ofendas. Solo aprende a no hacer lo mismo con otros llegado el momento.

La realización no ocurre en un instante. Es una flama que arde lentamente.

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