DIOS ESPERA Y ESPERA...
Es asombroso el Amor del Padre... E incomprensible.
Si fuera por nosotros, muchos de nuestros hermanos estarían ya bien calientitos en el infierno. Por malcriados. Pero gracias al Señor, Él no piensa como nosotros. Y nos da otra y otra oportunidad. No importa hasta dónde lleguemos. Al fin y al cabo, los que nos ensuciamos somos nosotros. Él lo que hace es esperarnos. Con la Luz de su Paciencia encendida para hacernos saber que está allí. Sentado en Su Trono, esperando vernos en el horizonte de la vida...
¿No fue eso lo que vivió el hijo pródigo? Aunque ese titulito ya está cayendo algo mal. Los judíos dicen: Los dos hijos malos. Porque los dos fueron ingratos. Tanto el grande como el chiquito. Pero el que más se nota en la historia es el chiquito. Quizá por ser eso, chiquito... Necesitaba crecer un poco más en medio del chiquero para darse cuenta que el Padre le seguía amando y esperando... como muchos de nosotros. Necesitamos crecer un poco más para darnos cuenta de su Inconmensurable Amor.
Lo que hace grande la historia no es el atrevimiento del hijo. No hace grande ni interesante la historia la insensatez del hijo. Tampoco hace interesante la histora que el otro se haya quedado. Porque se quedó pero amargado. Así no sirve. Su obligación era ir a buscar a su hermano no importa donde estuviera. Pero se creía muy pulcro. Pensó que si lo iba a buscar se iba a contaminar. No sabía que ya estaba contaminado con el orgullo y la pretensión de creerse muy pero muy santito...
Así que lo que hace grande esta historia es el Amor de Papá. No entiendo cómo es ese amor de grande hasta que veo mi propia vida. Hasta que me veo en el chiquero de mis pasiones y Él me sigue recibiendo con su Amor y Paciencia cuando doblo mis rodillas y le confieso que no me gusta lo que hice... Y a Él tampoco, pero me recibe. Y me perdona. Y me dice que siga adelante. Que Jesús pagó por ese pecado también. ¡Ah! y que no lo vuelva a hacer. Utópico, ¿verdad? Porque Él sabe que lo volveré a hacer... Pero ese acto de Bondad me hace ver la grandeza de la historia del pequeño que quiso conocer el mundo sin la ayuda de su Papá. Se fue solo, dejando el corazón del Padre destrozado y no le importó en lo más mínimo.
Así que lo hermoso de este pasaje tan predicado y nunca agotado es lo que el Padre hizo... No sorprende lo que hicieron los hijos. Eso lo hacemos nosotros todos los días y a cada rato. Lo sorprendente es lo que hizo el Amo del Universo...
Cuando vio al hijo que llegaba con la cabeza entre los hombros, con olor a cerdos, con el estómago vacío, sin dinero, sin anillo y descalzo...
El padre corrió hacia el hijo arrepentido. Leyó bien. Corrió. ¿Quién se supone que debía correr? ¿El Padre o el hijo? ¡Inimaginable! ¿verdad? Hasta donde yo sé es la única vez que Dios tenía prisa. Prisa por recibir al malcriadote. Prisa por besarlo. Prisa por cubrirlo para que los otros no lo vieran hecho la piltrafa que llegaba. Prisa por darle de comer. Prisa por vestirlo con ropa limpia. Prisa por hacer fiesta porque ¡al fin! el hijo perdido ha llegado a casa...
¿No lo conmueve esta acción tan hermosa? A mi sí. Por eso me da vergüenza hacer lo que hizo el hijo de la historia... pero debo confesar que su historia es la mia... ¿Y usted?
Si fuera por nosotros, muchos de nuestros hermanos estarían ya bien calientitos en el infierno. Por malcriados. Pero gracias al Señor, Él no piensa como nosotros. Y nos da otra y otra oportunidad. No importa hasta dónde lleguemos. Al fin y al cabo, los que nos ensuciamos somos nosotros. Él lo que hace es esperarnos. Con la Luz de su Paciencia encendida para hacernos saber que está allí. Sentado en Su Trono, esperando vernos en el horizonte de la vida...
¿No fue eso lo que vivió el hijo pródigo? Aunque ese titulito ya está cayendo algo mal. Los judíos dicen: Los dos hijos malos. Porque los dos fueron ingratos. Tanto el grande como el chiquito. Pero el que más se nota en la historia es el chiquito. Quizá por ser eso, chiquito... Necesitaba crecer un poco más en medio del chiquero para darse cuenta que el Padre le seguía amando y esperando... como muchos de nosotros. Necesitamos crecer un poco más para darnos cuenta de su Inconmensurable Amor.
Lo que hace grande la historia no es el atrevimiento del hijo. No hace grande ni interesante la historia la insensatez del hijo. Tampoco hace interesante la histora que el otro se haya quedado. Porque se quedó pero amargado. Así no sirve. Su obligación era ir a buscar a su hermano no importa donde estuviera. Pero se creía muy pulcro. Pensó que si lo iba a buscar se iba a contaminar. No sabía que ya estaba contaminado con el orgullo y la pretensión de creerse muy pero muy santito...
Así que lo que hace grande esta historia es el Amor de Papá. No entiendo cómo es ese amor de grande hasta que veo mi propia vida. Hasta que me veo en el chiquero de mis pasiones y Él me sigue recibiendo con su Amor y Paciencia cuando doblo mis rodillas y le confieso que no me gusta lo que hice... Y a Él tampoco, pero me recibe. Y me perdona. Y me dice que siga adelante. Que Jesús pagó por ese pecado también. ¡Ah! y que no lo vuelva a hacer. Utópico, ¿verdad? Porque Él sabe que lo volveré a hacer... Pero ese acto de Bondad me hace ver la grandeza de la historia del pequeño que quiso conocer el mundo sin la ayuda de su Papá. Se fue solo, dejando el corazón del Padre destrozado y no le importó en lo más mínimo.
Así que lo hermoso de este pasaje tan predicado y nunca agotado es lo que el Padre hizo... No sorprende lo que hicieron los hijos. Eso lo hacemos nosotros todos los días y a cada rato. Lo sorprendente es lo que hizo el Amo del Universo...
Cuando vio al hijo que llegaba con la cabeza entre los hombros, con olor a cerdos, con el estómago vacío, sin dinero, sin anillo y descalzo...
El padre corrió hacia el hijo arrepentido. Leyó bien. Corrió. ¿Quién se supone que debía correr? ¿El Padre o el hijo? ¡Inimaginable! ¿verdad? Hasta donde yo sé es la única vez que Dios tenía prisa. Prisa por recibir al malcriadote. Prisa por besarlo. Prisa por cubrirlo para que los otros no lo vieran hecho la piltrafa que llegaba. Prisa por darle de comer. Prisa por vestirlo con ropa limpia. Prisa por hacer fiesta porque ¡al fin! el hijo perdido ha llegado a casa...
¿No lo conmueve esta acción tan hermosa? A mi sí. Por eso me da vergüenza hacer lo que hizo el hijo de la historia... pero debo confesar que su historia es la mia... ¿Y usted?
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